EL MALECON: ¿PRIORIDAD MUNICIPAL O PELIGRO PUBLICO?


Curioso, pero el Malecón capitaleño tiene un lado que nadie lo ve. Es para bien, porque que cosa tan hermosa el mar Caribe, sus blancas espumas mañaneras y sus cielos de ópalos al atardecer. Es bello si se ve desde un automóvil o sentados frente al mar a la sombra de los almendros, como esperando que maduren los ramilletes de uvaplaya, escudriñando asintóticos horizontes.

O sólo recordar los asoleados días ya idos de la alegre Güibia, con trampolines repletos de acrobacias y risotadas, y los rítmicos aires del Club Universitario, entonces reverberante de juventud.

El Malecón es bello cuando la pareja se sienta a mirar olas y barcos ir y venir. Esos grandes buques de complacidos turistas luego de disfrutar nuestras playas y nuestras ruinas primadas de mugres coloniales.

Pero ¡Qué suerte! Nadie miró jamás para el lado norte del Malecón. Ni siquiera el síndico ni los ediles, ni nadie de Ornato o Planeamiento Urbano. El desastre empieza en la avenida Caamaño, con abundancia de basuras y escombros. Luego la hilera de edificios mohosos y ruinosos desde la estatua de Montesinos al parque Hostos. Allí, entonces, rompedera y reconstrucción.

Pero, dicen, es temporal; ojalá no tanto como el tétrico otrora Cine Triple. Empieza, luego, un área de hoteles buenos de mirar y, nuevamente, solares baldíos, construcciones ruinosas o ruinas a medio construir; y después de la Gómez, siguiendo al oeste, solares de basura, brocales y chatarras; el centro comercial nuevo (¿?) y, otra vez, ruinas, baldíos, basurales, construcciones horribles e insignificantes; el edificio del banco, arquitectónicamente lamentable, pesimamente ubicado para agricultores.

Pero el lado bonito del Malecón también sufre abandono. Las obras menores que deberían acoger a los visitantes, asientos, plazoletas, áreas de descanso y solaz están derruidas y sucias. La limpieza a cargo de personas mayores con sólo escobas viejas y rastrillos desdentados. Pasan por ahí una vez por semana, dejando los desperdicios que no pueden manejar.

En el área duermen haitianos, prostitutas y dementes en sus “casas de campaña”. La fealdad mayor o la vista más artística (depende, puede darle asco o deleite estético), la constituyen girones e hilachas multicolores, restos de trapos atrapados en las dentadas de los arrecifes. Cuesta imaginarse si las autoridades los limpiarán o si cobrarán arbitrios o derechos de autor. Urge, pues, un “marketing citadino”, que declare el lado norte del Malecón: ¡Prioridad Municipal! O ¡Peligro Público!


ESCRITO POR RAFAEL ACEVEDO
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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