Cuando disminuimos de ritmo a medida que envejecemos podríamos culpar a las articulaciones adoloridas. Pero esa disminución también tiene que ver con el cerebro: la parte a cargo de la movilidad puede empezar una reducción gradual a los 40 años.
La velocidad con que podemos arrojar una pelota, correr o girar el volante del automóvil depende de la rapidez con que las células envían la orden a los músculos. Y a su vez esta velocidad depende de un buen aislamiento de las conexiones cerebrales. Una nueva investigación sugiere que a una edad mediana, incluso las personas saludables empiezan a perder parte de ese aislamiento.
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