EL VIEJO MUNDOLOGO

POR MARIO EMILIO PEREZ


Me encontraba hace ya varios años esperando en el antedespacho de un funcionario cuando entró un hombre de avanzada edad, que provocó saltos y gritos de alegría en las dos secretarias presentes.

Abandonando los escritorios que ocupaban se dirigieron hacia el recién llegado, al que colmaron de abrazos, y besos en las mejillas.

-Usted es medio falso, pues nos tenía abandonadas desde hace más o menos dos semanas, un tiempo demasiado largo para nosotras- dijo una de las jóvenes, mulata de cuerpo escultural rematado por un hermoso par de extremidades inferiores.

La otra secretaria, de piel muy blanca y rostro de expresión alegre, le voló al cuello y le aplicó en esa zona un beso con apariencia de succión.

El anciano sonreía con el rostro coloreado por el rojo de la turbación, y sin oponer la menor resistencia al entusiasmo acariciante de las burócratas.

Un joven que contemplaba la escena con la cara afeada por el pecado de la envidia, se dirigió al viejo sin mirarlo, pues sus pupilas estaban fijas en la generosidad de curvas de la anatomía de la mulata.

-Usted es un hombre con suerte, porque a pesar de su edad todavía encuentra mujeres jóvenes que le hacen fiesta.

El hombre con carga de almanaque en las espaldas no lo escuchó, o quizás no quiso darse por aludido, empeñado en disfrutar las caricias de las empleadas.

Pero la secretaria de la piel nívea intervino, y le habló al jovenzuelo clavándole en el rostro la negra dureza de sus faroles faciales.

-No es asunto de suerte, sino del atractivo natural de un hombre que tiene para todas las mujeres que se le acercan una frase elogiosa, un piropo con carga poética, y en ocasiones una flor comprada en el camino hacia acá.

-Los jóvenes de hoy no son galantes-intervino la secretaria del cuerpo que parecía hecho a mano- y por eso a veces son vencidos por los varones de la tercera edad que dominan las técnicas de la seducción verbal.

El anciano, que había permanecido en silencio, limitándose a disfrutar de las manifestaciones cariñosas de las atractivas secretarias, sacó de sus cuerdas vocales una voz abaritonada.

-No voy a negar que me causan inmenso placer estas niñas, que podrían ser mis nietas, con sus besos y abrazos. Pero quiero que los presentes conozcan la razón principal de esas efusiones, y es que saben que el calendario nos va restando vigor puteril, y eso nos convierte en seres inofensivos y confiables. Con un hombre joven los estrujones que me prodigaron a veces terminan en embarazos no deseados.

Los presentes soltaron la carcajada, mientras el viejecito mantenía una expresión impasible en el semblante arrugado.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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