LA MORAL DE LA ADULTERA

Me disponía a entrar en uno de los cines de la capital cuando me abordó un viejo amigo, conocido por sus numerosos lances amorosos, y su renuencia a contraer matrimonio.

Después de los saludos de rigor, reparé en que el hombre tenía en el rostro una expresión de desagrado.

- ¿A qué se debe esa cara de pedrada?- pregunté, picado por la curiosidad.

- No es nada especial, sino comprobar a cada instante que las mujeres son malas, y que nosotros somos mucho mejores.

- Es raro que un hombre con lecturas, y vasta experiencia mundanal, se atreva a afirmar algo tan alejado de la realidad- repliqué desde mi añeja condición de feminista, o más bien de feminólatra.

- Es que no has bregado tanto como yo con mujeres veteranas, de esas que nos pueden dar cátedra de mundología y tigueraje- afirmó con acento convencido.

- Parece que acabas de sufrir un desengaño con alguna fémina, pero es que hay de todo en la viña del Señor, pero así como existen mujeres malignas, conozco muchas de corazón generoso y moral a toda prueba- dije, adivinando la reacción que mis palabras producirían en el colérico tenorio.

Mi amigo pegó un salto de atleta, y de sus labios brotó una palabrota que provocó risotadas entre las personas que esperaban turno en la fila.

- Me importa que haya mujeres cerca, porque lo que te voy a contar se ajusta rigurosamente a la verdad. Le estoy pegando cuernos a uno de esos tontos que se casan creyendo que su mujer solamente compartirá cama con él. Anoche ella le metió un cuento y cogió para mi apartamento de soltero, donde retozamos por más de dos horas.

- ¿El marido no sospecha nada?- pregunté, a sabiendas de que en la mayoría de los casos el hombre no siente el peso de los cachos.

- Además de confiado y pariguayo, el zángano ese bebe ron todos los días, y el de ayer no fue una excepción. Cuando su mujer llegó pasadas las diez de la noche lo encontró jugando con sus dos hijos de siete y cinco años, y bajo los efectos de un maldito jumazo.

- Imagino que ella celebró esa circunstancia, porque el borracho tiene la mente embotada, por lo que había menor riesgo de que sospechara que su mujer regresaba de aplicarle cocotazos, pellizcos y patadas a su honor.

- Que va, gallo, lo que hizo fue despotricar contra él, calificándolo de inmoral e irresponsable. Y cuando me lo contó, y le dije que era algo risible que usara esos términos contra su marido después de hacer el amor con otro hombre, manifestó que ella afectaba con eso a un adulto que seguramente le estaba haciendo lo mismo. Y añadió que el mal ejemplo que daba el marido a los hijos provocaría que éstos terminaran en borrachos indecentes como él, algo peor que unos simples cuernitos.

Ya habíamos tomado asiento en la concurrida sala del cine, y las carcajadas en derredor no tardaron en estallar.



Escrito por: POR MARIO EMILIO PEREZ
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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