Descomposturas, trastornos visuales, mareos, vértigo, molestias, sueño y náuseas son algunos de los síntomas que suelen acompañar al desarrollo de una migraña, una patología hereditaria que puede comenzar en edades muy precoces y que, contrariamente a lo que se cree, no siempre cuenta con el dolor de cabeza como manifestación preponderante.
Ese factor hace que a menudo las madres confundan los episodios con un ataque al hígado o con el síndrome del mal de ojo, y posterguen la consulta con el especialista.
De acuerdo con los profesionales de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA), el dolor de cabeza o cefalea es uno de los síntomas clínicos más frecuentes, provocado generalmente por un desequilibrio de las sustancias químicas que intervienen en la irrigación y otras funciones del cerebro.
Existen dos grandes grupos: las cefaleas primarias, tensionales o migrañas, en las cuales no se advierten alteraciones estructurales, y las cefaleas secundarias, inespecíficas, que responden a enfermedades subyacentes agudas o crónicas.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la migraña presenta un importante impacto social, personal, económico y laboral, debido a las molestias.
Las cefaleas tensionales suelen darse diariamente. Se relacionan con el estrés provocado por la escuela o disturbios familiares. En general las padecen chicos muy autoexigentes o responsables que tienen baja tolerancia al fracaso y manifiestan fuertes contracturas musculares cervicales, afirma el neurólogo Hernán Amartino, del Hospital Universitario Austral, de Buenos Aires, Argentina.
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