La verdad que el santoral es algo digno de leerse diariamente por dos cosas: en primer lugar, para saber si algún amigo está de “cumplesantos”, y. en segundo lugar, para admirarse de que haya nombres como los siguientes:
- Badulfo. En mi periodística vida había escuchado que algún mortal se llamara Badulfo.
- Badolfo. Bueno, entre Badulfo y Badolfo hay muy poca diferencia. Uno llega a pensar que que deben ser gemelos quienes llevan esos nombres.
- Citando. Con toda seguridad, que se trata del gerundio del verbo citar, porque, de lo contrario, no conozco a ningún San Citando.
- Guitimodo. Esta palabra debe ser un invento. Sí, un invento de alguien que no quería pensar que su vástago tuviera un nombre común.
- Madriano. Aunque ustedes no lo crean, no he encontrado este nombre ni en los centros espiritistas.
- Sebaldo. Podría ser que este nombre sea una derivación del verbo sebar.
- Tecla. Con este sí que no hay problema. Con toda seguridad que la madre de una niña llamada Tecla sea una pianista frustrada.
- Enan. Apostaría peso a morisqueta que el padre del “infrascrito” que responda al nombre de Enan debe ser un caballero... “de poco tamaño”, por no decir... “enano”.
Y hablando de otro tema, el 19 de agosto se celebró el Día de la Caña.
Y no me explicó como podría celebrarse tal día. Yo tengo algunas ideas al respecto. Podría crearse el Cordón Cañero, para ponérselo en el cuello a los “eptecientos” haitianos que sudan la gota gorda en los campos cañeros nacionales, debido a que los dominicanos se niegan a sudar dicha gota antes que, machete en mano, ganarse el pan de sus hijos trabajando en dichos campos.
¡Ay, así no era antes del 30 de mayo aquél, cuando al que no cortaba caña sin poder hacer otra cosa, le contaban no diez, sino... ¡las “cuarentas”!
Escrito por: Francisco Álvarez Castellanos
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