Era más ancho de lo normal en la región inferior parietal, donde se controla el pensamiento matemático y espacial, lo que explicaría la peculiar forma del Einstein de abordar los más complejos problemas científicos. Su cerebro pesaba 170 gramos menos que el de un adulto. Sin embargo, consumía más energía que el cerebro promedio, lo que derivaría en sus extraordinarias capacidades cognitivas.
Al morir, el cuerpo de Einstein fue incinerado, pero su cerebro se destinó a la investigación, a petición expresa del autor de la Teoría de la Relatividad. El doctor Thomas Harvey fue el encargado de la incineración.
Cegado por la curiosidad, se robó su cerebro. Lo seccionó en 200 laminillas para estudiarlas. Pero el escándalo se desató. Finalmente Harvey entregó todo el órgano a su nieta, en un frasco que aún reposa en la Universidad de Princeton, siendo hoy una atracción turística.
La familia dejó que los estudios cerebrales prosiguieran. Se supo que poseía más concentración de neuronas, con más terminaciones nerviosas que el cerebro promedio, creando un pensamiento altamente integrado y expansivo. El cerebro del científico alemán presenta un inusual patrón de surcos en un área que, según la ciencia, está relacionada con la genialidad. Se trata de surcos 15% más profundos de lo normal.
Algo hubo en la infancia de Albert que propició el ambiente adecuado que hizo emerger con fuerza todas sus habilidades mentales. Pasó de tímido a genio en un santiamén, muchos hablan del síndrome de la brújula, en relación a la brújula que recibió como regalo siendo infante, cuando se le creía retrasado mental. Lo maravilló, despertado su imaginación.
El doctor. Einstein muere el 16 de abril de 1955 a los 75 años. Su cerebro ha sido estudiado por estadounidenses, canadienses, polacos, británicos, rusos, alemanes, suizos, suecos, irlandeses, brasileños y argentinos. Sin duda, la materia gris que ha sido materia de investigación del mayor número de científicos. 3240 estudios así lo certifican, más de 200 comisiones científicas y cerca de 500 mil páginas en torno a una sola cosa: el cerebro de un cerebrito: el del doctor Albert Einstein.
Escrito por: Juan Carlos García
(juajua24@hotmail.com)
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