Si un aporte hay que reconocerle al Teatro Las Máscaras, ese es la constancia. Y el otro, no menos importante, la construcción en el país del “Teatro divertido de la proximidad” un concepto que amplió la manera de disfrutar de la experiencia teatral, creando una atmósfera intimista, muy de cara a cara (en el sentido estricto de la expresión) para disfrutar teatro con humor, sobre la vida cotidiana y casi siempre a partir de la miseriosa vida que llevan las mujeres en sus relaciones de pareja.
Al principio, cuando era una experiencia nueva y se propuso Las Locas del Bingo, se sintió que una realidad teatral había tocado a las puertas del público. Las obras parecían ingenuamente humorísticas, montadas inicialmente para una reconexión estética de la cotidianidad, pero ¡Oh sorpresa!, la producción se ha mantenido firme en una línea temática constante: hacer pensar sobre la vida de pareja. No es fácil establecer que se trata de una “línea oculta” de la Germana y la Ariza, fundadoras de Las Máscaras, pero es así, es otra. Han logrado el cometido. Han creado una tradición que atrae semanalmente al público nacional y extranjero que ya llena sus 51 sillas plegadizas, de metal y acolchadas y hace colgar en la puerta de entrada un letrero que dice “Excúsenos. la sala está llena”.
Teatro Las Máscaras tiene el valor del ejemplo. Tiene el aporte del concepto “teatro de proximidad” y ahora hace una entrega que promete seguir llamando público como abejas al plato de miel.
Tres viudas parlantes
Las tres viudas coinciden en el cementerio para recordar la memoria de sus tres maridos. Y, desde la postura de lamentaciones y recuerdos laudatorios a los tres varones fallecidos, la comunicación entre ellas, va desgajando la miseria de vida que tenían, producto de la crueldad y violencia machista a que estuvieron sometidas.
Así desfilan por sobre las tumbas y los atuendos de negro de estas tres viudas, la pobreza lamentable en sus vidas sexuales, la infidelidad masculina “social y abusivamente permitida”, las exigencias cotidianas de sus dueños que en vida fueron inconsecuentes, irrespetuosos y misóginos.
Las señoras García, Godoy y Méndez se “desnudan” y con su destape conceptual, se exponen las existencias de muchas otras mujeres, probablemente incluyendo la de algunas que desde el publico intimista, se solazan y divierten con las ocurrencias en sucesión que enarbola la risa y encampana la alegría por lo bien ejecutado del hecho escénico.
Un teatro que no persigue experimentar nuevas corrientes ni dejar mensajes para su análisis posterior. El tema es directo, humano, sentido. Tres viudas que más que alegría en el momento, nos recuerdan con sarcasmo la ironía de la realidad que ridiculizan con gestos, palabras y canciones. La pieza deberían verla en pareja quienes quieran pasar un buen rato y tener un tema que detallar luego, en la tranquilidad de la casa.
Wendy Alba
Siendo la menos conocida de las tres actrices, esta intérprete ofrece una muestra de espontaneidad, chispa y trascendencia por encima del texto apuntado, original de Rances Richardson.
Wendy se interna en las honduras de su rol como Señora Godoy y se apoya en una gracia especial para interpretarla oralmente, para bailar sensualmente y para comunicar a partir de su expresividad facial y en particular mediante los movimientos de sus ojos y boca.
Compartiendo escena con dos veteranas como son Lidia Ariza y Jacqueline Estrella, Alba logra abrir un espacio que le hace recibir una atención especial del público.
Escrito por: José Rafael Sosa
(Joserafaelsosa.com)
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