UNA NOCHE EN EL COLMADON

La mulata Merisol se tongoneaba de un lado a otro como si le sacara música a la escoba con que limpiaba el piso del colmadón, para que la higiene forme parte del atractivo a los clientes.



A pesar de que era media mañana, el mambo violento de Omega retumbaba las paredes del colmado y casas vecinas, pero a nadie parecía molestarle. Ni siquiera a las autoridades policiales.

Es viernes y los augurios son buenos. Especialmente para la venta de cerveza y otros tipos de bebidas refrigeradas, dado el sofocante calor propio de esta época del año.

A las 6:00 de la tarde inicia el movimiento en los alrededores de los colmadones. Llámese en la zona oriental, polígono central de la ciudad o barrios marginados.

La decoración del lugar y el nivel económico de los parroquianos es diferente, pero el objetivo es el mismo: “botar el golpe”, “olvidar la crisis”, simplemente un bonche entre amigos y damiselas, o disfrutar un partido de béisbol.

Llegan las grandes motos y passolas, y en ellas las muchachas con pantalones de talles bajitos, y una que otra pariposa tatuada cerca de la última vértebra.

Estos se instalan en la acera, cuando se trate de un negocio en la avenida Venezuela, o en el área verde del parque de Villa Carme, si la rumba es más hacia el Este.

Nadie se queja de lo precio, si el producto está bien frío.

Nunca faltan las discusiones entre los parroquianos de simpatía política o deportiva diferente.

Sin embargo, las constantes pláticas de este tipo son interrumpida con el sonido estruéndoso de una bachata, merenhouse, reeguetón o merengue de calle.

“Volvieron las belloneras”, exclama un parroquiano asombrado al ver la modernidad de uno de estos aparatos que ahora son digitales, pequeños, y que pueden ser manipulados desde detrás del mostrador sin necesidad de introducir dinero.

En principio en el colmadón no permitían los bailes, pero en los últimos tiempos es común observar parejas disfrutando a través de esta manifestación de una buena bachata, un merengue que no dice nada, o un reegué que incita a la violencia. Pero al final todos disfrutan; bailadores y espectadores.

En este trabajo intentaremos brevemente colocar el colmado dominicano en un contexto más amplio antes de entrar en sus detalles etnográficos.

El vocablo “colmado”, probablemente derivado semánticamente del participio pasado del verbo colmar (llenar hasta el borde); es un término usado en la zona del Caribe para designar un negocio detallista multifuncional repleto de diversos alimentos, bebidas, objetos de limpieza doméstica y otras mercancías destinadas principalmente al uso doméstico.

En República Dominicana la entidad que en zonas urbanas se denomina “colmado” se llamará en ciertas zonas rurales “bodega” o una “pulpería”, un término que tiende a ser asociado con entidades de menor escala en su capital y mercancía.

A pesar de las diferencias terminológicas, las que constituyen quizás la manifestación más impresionantes estadísticamente –o por lo menos más visible y bulliciosa.

El colmado y la vejez

El colmado como alternativa comercial tiene un atractivo particular para individuos que ya dejaron

atrás el apogeo de sus energías físicas.

Presentamos datos indicando que, por lo general los microempresarios del renglón comercio tienden a ser más viejos que los de los renglones manufactura y servicios.

Los dueños de colmados siguen este patrón. Las posibles causas son variadas:

Discutimos la posibilidad de que, ,por un lado, se trata del factor “energía –y-creatividad”: la juventud se lanza más fácilmente a los renglones de producción y servicio, mientras los viejos se conforman con la vocación más fácil de comprar y revender.

Se trata también de una posible evolución de la economía entera, con una leve tendencia hacia la disminución de microempresarios en el renglón comercio.

La preferencia de la juventud para los otros renglones podría interpretarse también en el contexto de esta tendencia.

En el caso específico del colmado, el factor capital produciría una fuerte demora en el ingreso de los microempresarios dentro de este renglón.

El colmado raras veces es el primer negocio en la carrera de un individuo, excepto entre los dominican york, muchos de ellos empleados en bodegas en los Estados Unidos, importan ese modelo a la República Dominicana.

Al contrario en el folclore popular el status de ser dueño de colmado es el tope de las aspiraciones económicas, la meta a largo plazo, el fruto de años de trabajo asalariado, sea en el país o en el extranjero, o el fruto de negocios más pequeños que permiten la acumulación del capital necesario para un colmado.

En vista de sus fuertes prerrequisitos económicos y su status frecuente de sueño dorado a largo plazo, no sorprende que el colmado atraiga menos a la juventud que muchas otras microempresas.

Si entramos en un colmado manejado por un hombre joven, podemos sospechar con poco peligro de equivocarnos que el que despacha es empleado asalarariado, como el caso de los repartidoes a domicilio, o se trata de un trajador que obtiene un porcentaje de los beneficios netos.

Esto ocurre en los colmados, porque en el colmadón la situación es diferentes, ya que tener un negocio de ese tipo requiere inversiones millonarias.

La diversidad

El colmado tradicional está desapareciendo a ritmo acelerado, comprar alimentos es tarea propia de los supermercados, o de los pequeños “colmado pulperia”, que aún existen en las calles secundarias de los barrios.

El colmadón es propio para la venta de bebidas alcohólicas, baile y encuentro entre jevitos, que exhiben autos, motos y el último grito de la moda.

También ofertan bebidas energizantes, de alto consumo en la juventud, preservativos y estimulantes sexuales.

Es un negocio redondo en la oferta de alcohol, placer y sexo.

También son los principales centros de ventas de loterías y lotos.

Factores físicos

Manejar colmado implica no sólo despechar y cobrar, sino también cargar cajas y sacos. Por eso es muy raro contratar a una joven o mujer como empleada de colmado.

La preponderancia masculina, por lo tanto, se ve no sólo entre los dueños de colmado sino aun más fuertemente entre los empleados asalariados de colmado.

Vimos ya que las exigencias físicas del colmado no son fuertísimas. Sin embargo, hay momentos en que hay que cargar o levantar bultos.

Por lo tanto, los empleados con casi todos varones.

Anteriormente, cuando en un colmado había una mujer despachando productos casi siempre empleada familiar sin sueldo. Sin embargo, en la actualidad, alguno colmadones usan mujeres para vender a los clientes que usan las aceras u otras áreas externas.

El ingenio del dominicano ante cualquier situación de crisis y la falta de oportunidades a los pequeños comerciantes ha motivado los cambios radicales en el negocio de los colmados.

Factores sociales

La visión popular del dueño de colmado como abusador suscita quejas constantes por parte de la clientela –amistosas, azucaradas y chistosas, por lo general, pero reales. Hay que ser “medio tíguere” para bregar constantemente con esta corriente verbal.

Además, hay clientes –mayormente masculinos- que tratarían de irse sin pagar su refresco o cerveza. Aún durante el día laboral normal, cuando entran amas de casas y niños para comprar, el colmado sirve también a tal clientela masculina adulta.

Y la creciente función sociorecreativa del colmado, en el renglón del consumo alcohólico en horas nocturnas, aumentan aún más esta presión hacia una presencia masculina en la gerencia del colmado.

Este conjunto de factores económicos y culturales ha conducido a a marginalización de la mujer en este renglón comercial.


Escrito por: JOSE ANTONIO TORRES




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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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