Escrito por: MAR MARIN
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En abierto desafío a la fiebre por los correos electrónicos, los mensajes de texto y la cultura de las redes sociales, las cartas de amor se mantienen como un buen reclamo para enamorados y lectores.
“Las cartas de amor no pasan de moda, siguen vigentes, tienen su propio ritmo”, asegura la periodista Julieta Pink en el prólogo.
“Mi corazón y mi persona se rinden ante ti suplicándote que sigas favoreciéndome con tu amor”, escribió Enrique VIII a Ana Bolena en 1528, ocho años antes de que ordenara encerrar a su esposa en la Torre de Londres y decapitarla.
Entre batalla y batalla, Napoleón Bonaparte volcó su vena romántica en sus cartas a Josefina.
“Mi dulce Josefina, ámame, que estés bien y pienses muy a menudo en mí”, escribió el emperador en agosto 1796.
Un tono muy distinto al utilizado apenas un par de meses después- “No te amo, en absoluto; por el contrario, te detesto, eres una Cenicienta malvada, torpe y tonta. Nunca me escribes, no amas a tu marido”, se lamentaba.
Quizá el desdén de Josefina le arrojó en brazos de María Walewska, a quien en una breve y arrebatada carta Napoleón confiesa- “no he visto más que a usted, no he admirado más que a usted, no deseo más que a usted".
No menos arrebatado parece Lord Byron en su relación con Caroline Lamb, una dama de la alta sociedad... casada con otro- “prometo y juro que ninguna otra, de palabra y obra, ocupará jamás el lugar en mi afecto, que es y será el más sagrado para ti, hasta que yo sea nada".
Las promesas de Lord Byron se desvanecieron rápidamente a juzgar por su correspondencia con la joven Teresa Guiccioli, a quien confiesa un “amor apasionado” y en cuyas manos pone su destino con la promesa de que “nunca dejaré de amarte".
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Más comedido, Truman Capote comparte con Newton Arvin sus preocupaciones económicas durante una estancia en Grecia, en 1958, pero no quiere presionarle- “Querido Sige. Sólo quiero que sepas que pienso constantemente en ti, y que aquí estoy para cualquier cosa que necesites. Como siempre, y por siempre jamás".
Poco después, sin embargo, Capote recrimina a su amante su falta de interés y sustituye el “por siempre jamás” por un simple “con todo mi afecto, recibe un abrazo".
Aunque no sólo reyes, emperadores y escritores han llorado por amor.
También los políticos han dejado testimonio de sus cuitas con muy distintos estilos, desde la frialdad de Simón Bolívar al apasionamiento de Evita y Juan Domingo Perón.
“Yo me creeré feliz cuando la casualidad me presente un amigo que me sirva de espejo”, escribe Bolívar a Fanny Dervieu du Villars.
Muy diferentes son las cartas de Perón a Eva Duarte, su “tesoro adorado” y su “chinita querida".
Un sentimiento plenamente correspondido por Evita, que promete a su “juancito” amor eterno y adoración desde el cielo porque “yo vivo en ti, siento por ti y pienso por ti".
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