
El que en las elecciones congresuales y municipales haya ganado el partido oficial, de manera clara, no creemos que sea motivo, ni ocasión, para vendernos aún más la figura mesiánica de nuestro mandatario, con la idea de que nos gobierna un ser superior, un caudillo redentor, un monarca todopoderoso o un adalid abnegado de nuestra sociedad. Ese tipo de argumentaciones políticas pasaron a la historia o deberían haber pasado hace tiempo, pero en los palacios siempre hay alimentadores de egos que se las ingenian para llevar a cabo proyectos como estos.
Cosas así no deberían ocurrir en pleno siglo XXI donde se ha demostrado que los políticos deben estar al servicio de los ciudadanos y no al revés como aún piensan muchos de ellos. Claro, que si desaforunado ha sido crear ese eslogan, peor ha sido aprobarlo y exhibirlo. Aún hay tiempo de corregir, ¡saquen esos anuncios que tanto nos atrasan!
El segundo caso que nos ha dejado bastante chocados ha sido ese de "Llegó papá", bien pegadizo, claro, hasta chabacano, del ex presidente que quiere volver a la palestra -tiene todo su derecho- pero que expresa una vez más y de manera tan patente el paternalismo a que está acostumbrado, o más bien sometido, nuestro pueblo a través de las dádivas, las canastas, los nombramientos, las botellas, las nominillas y tantos otros regalos, descarados o solapados, a cambio del voto y la fidelidad partidaria.
¿Qué hace un papá protector cuando llega a casa y a quien hay que obedecer por encima de todo? Pues trae la comida, el dinero para pagar la casa, la luz, la ropa, nos trae los manguitos que compró en la calle... y mientras este tipo de clientelismo político se mantenga y lo que es peor, se promueva con tantos medios, pocas probabilidades tendremos de dar el salto democrático para lograr la globalización democrática, tan importante como la económica.
Cabe preguntarse ¿quién engendra a quién? ¿El papá presidente alumbra después de un embarazo político más o menos prolongado al pueblo o este, el pueblo, pare al Presidente en unas largas, pesadas y costosas elecciones cada cuatro años, por defectuosas estas que sean?
También viene a cuento el eslogan de la principal oposición: "El cambio para mejorar". Ese argumento del cambio está tan usado y tan mal usado a través de tantas campañas, que se ha convertido en algo impersonal, anodino, sin prácticamente significado alguno, casi como una etiqueta que se pone o quita a una u otra prenda.
Cualquier candidato podría haberlo utilizado como lo han hecho la última vez tantos aspirantes a regidores, síndicos, diputados, etc, sin hacer diferencia alguna ni enlazarlos con su personalidad. Ya que los eslogan en última instancia expresan de manera sucinta conceptos y los conceptos son unidades de significados y pensamientos, hay que tener mucho cuidado con los que se elaboran, eligen y difunden. Porque detrás de su fachada divertida, sesuda, ampulosa o trivial puede esconderse una buena dosis de confusión y lo que es peor, alienación. Y en política, sólo eso nos faltaba.
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