Querida Gordita:
Perdona que te llame por un apodo, pero no sé tu verdadero nombre. A mi papá le da risa que use un diminutivo para alguien que mide 15 metros y pesa más de 100 mil libras. Pero es que, aunque gordita y grandota, me pareces muy tierna. Cuando te conocí en Samaná quería verte más de cerca pero me explicaron que vienes a nuestros mares en viaje de luna de miel y maternidad al mismo tiempo y no debemos molestarte.
Por eso lloré tanto cuando supe que algunos países tienen permiso para cazarte. Pero cuando vi en el periódico fotos de paquetes de "carne de ballena" vendiéndose en supermercados de Groenlandia y Japón, pasé de la tristeza a la rabia y a la indignación. ¡Qué vergüenza! Leí que la cacería estuvo prohibida porque estás en peligro de extinción. O sea que cuando salgas del peligro te seguirán matando. Es monstruoso que sólo el peligro te salve del peligro. No estoy de acuerdo. Creo que todos tenemos derecho a vivir en paz aunque no estemos en peligro.
Hay muchas cosas que no entiendo. No entiendo que alguien como tú, a quien vimos hace unos meses hacer piruetas en la Bahía de Samaná pueda estar mañana muerta y descuartizada. Quizás no entiendo la muerte porque soy muy joven. Aunque mi papá me explicó que los adultos tampoco la entienden, solo que con el tiempo se acostumbran. A la verdad que si hay algo que entender de este crimen horrendo, yo no quiero entenderlo. Leí en un libro sobre animales salvajes que cuando la cantidad de individuos disminuye le pierden el amor a la vida y dejan de reproducirse. Ojalá no pase eso contigo y sigas libre en el mar a salvo de la muerte, ese otro mar más grande y peligroso que el tuyo.
Otra cosa que no entendía es porqué tienes que ir a veranear tan lejos a esos mares tan fríos. ¿Por qué no pasas tus vacaciones en el mar Caribe, donde vive la gente que te quiere? Papi, que sabe mucho de esas cosas, me explicó que en los mares del norte hay más comida; que nuestros mares, aunque ricos en variedad son pobres en cantidad. Además, que la migración es algo que está escrito en tus genes y para ti es tan normal como la respiración. En cuanto al frío, supe que tienes un abrigo de grasa bajo tu piel que te protege de esas aguas heladas. Pregunté también si no podíamos encargarte la comida al Atlántico Norte. Me enteré que no hay delivery de Krill y pececitos y que tú no comes comida congelada.
Me gustaría que esta carta la leyeran los niños de los países que cazan ballenas. Seguro que estarían de acuerdo conmigo. Tal vez la salvación de las ballenas se logre a través de los niños, que no somos aún cómplices de la muerte.
Anoche volví a llorar sobre un mapa con tu ruta migratoria hacia el norte, pensando que tal vez te maten y no vuelva a verte más. Tienes que cuidarte. No te acerques a Groenlandia. Ni siquiera te asomes al mar de Labrador. Cuando sientas un barco fíjate en la bandera. Si tiene una cruz roja o una cruz azul en el centro seguro son balleneros de Noruega o de Islandia. No te confíes; no son cruces de redención sino de exterminio. Si la bandera es blanca con un círculo rojo en el centro, el barco es japonés. Huye despavorida. Ese sol naciente es en realidad crepúsculo de sangre. Zambúllete hondo, aguanta la respiración y nada fuerte. No dejes que te alcancen.
Take care, Sweetie. Cuídate mucho, Gordita. ¡Quiero verte de nuevo en primavera!
Tu amiga siempre,
Silvia
guerrero.simon@gmail.com
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