Mick Jagger llegó a Sudáfrica. Una celebridad más en el Mundial. Hasta ahí, todo bien. Como ya estaba aquí, decidió ir al partido de Estados Unidos para animar a los de las barras y estrellas en su crucial partido ante Ghana. Allí estaba en el palco, junto al Presidente Clinton, mandando buenas energías, aplaudiendo, apoyando. Estados Unidos se fue a casa eliminado.
Superada la decepción, Mick Jagger se quedó en Sudáfrica. Su siguiente cita era con su selección, la inglesa en el crucial partido contra Alemania. Mick acudió al palco, animó, aplaudió y mandó buenas energías. A la selección inglesa le metieron cuatro.
Después de dos decepciones, Mick se fue a casa. Regresó a Inglaterra en el mismo avión que Beckham. Decepcionado y ajeno a las teorías que algunos empezaban a elaborar sobre su influencia en el resultado de ambos partidos, su fama de de gafe, mufa, ave de mal agüero crecía por momentos.
Podría haber sido casualidad. Al fin y al cabo, su presencia no condiciona un juego. ¿No?. Jagger tenía otra cita más, otro equipo que gozaba de sus simpatías.
Y volvió a Sudáfrica. Estuvo en el palco. Animó a Brasil. Mandó buenas vibraciones, aplaudió...y Brasil a casa.
Ya no es casualidad. Jagger es considerado por los brasileños responsable de la derrota, compartiendo culpas con Dunga y con Felipe Melo. La prensa local se ha hecho eco de la reputación del cantante y se preguntan a quién apoyará ahora. Alemania, España, Holanda y Uruguay tiemblan.
El futuro del torneo está, por lo que parece, en manos de un pulpo profeta y de una sexagenaria estrella del rock. Ver para creer.
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