Escrito por: Juan Carlos García
( juajua24@hotmail.com))
Lisboa, capital de Portugal, fue violentamente destruida por un sismo, el primero de noviembre de 1755. Tan furibundo fenómeno se interpretó como un mensaje de la ira de Dios, desatando intensas discusiones entre las autoridades eclesiásticas, que enfrentó a escritores, filósofos, artistas y aristócratas. Una verdadera guerra de desinformación.
Se dijeron cosas como: cuando Dios estalla en cólera, mil y un ángeles patean el suelo. O que el Diablo encabritado golpea la Tierra con su tridente y hace que todo tiemble. O cuando San Pedro no puede contener a Dios, mucha gente muere, o que el Niño Dios comenzaba a aborrecer al mundo antes de nacer. Fue la primera vez que se enfrentaron las explicaciones por causas naturales contra las explicaciones por causas sobrenaturales en relación a un terremoto, siendo la primera vez que triunfaron las primeras.
Así nació la sismología, encabezada por Emmanuel Kant, quien publicó 3 libros explicando las fuerzas geológicas que provocan los terremotos. El pensador francés Voltaire aportó otro tanto, convirtiendo la catástrofe en un motor de ideas progresistas, que culminaron con el movimiento cultural de la Ilustración, con su declarada finalidad de disipar las tinieblas y prejuicios. El filósofo Leibinitz proclamó que, a pesar de tan devastadora tragedia “vivimos en el mejor de los mundos posibles”.
Fue un terremoto muy largo, de 4 minutos, de 9 grados en la actual escala de Richter. Grietas de hasta 5 m. se abrieron en las calles tragándose a las personas. Quizás murieron 100 mil personas. Lisboa fue destruida de 3 formas: por el terremoto en sí mismo, por los tsunamis que le siguieron con olas de 12 m. a 800 kilómetros por hora. (Las olas alcanzaron a golpear las costas del Caribe). La tercera forma de destrucción fueron los incendios que se multiplicaron sin control durante una semana.
Fue la primera vez que se documentó el misterioso comportamiento de los animales, que huían antes del desastre. Lo peor de este terremoto, fue el daño en las colonias de Portugal en América, destruyendo sus ambiciones políticas y haciendo que este país perdiera su posición de potencia europea.
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