Escrito por: Juan Carlos García
(juajua24@hotmail.com)
“La nave Apolón se posó en la superficie de la Luna. Tras varios pequeños brincos pudo estabilizarse. Se abrió su rampa y por ella descendió el comandante Armstrong para pisar por primera vez el suelo de ese mundo desconocido".
Estas palabras no pasarían de ser una escueta y muy sucinta crónica de la llegada del hombre a nuestro satélite de no ser por un "insignificante" detalle: fueron escritas en 1954.
La cosa no es baladí. Hay quien dice que el comandante astronauta, jefe de la misión a la Luna del Apolo XI, Neil Armstrong, al leer aquella "novelucha" de insignificante tirada, se encogió de hombros. Él había sido, efectivamente, el primer hombre en dar el célebre "gran paso para la Humanidad" sobre la llanura de la Luna, tras bajar por la escalerilla de su nave, pero lo hizo en julio de 1969.
Lo que nadie comprendía es por qué alguien lo había escrito quince años antes en una narrativa de poca monta. Ramón Felipe San Juan Mario Silvio Enrico Álvarez del Rey (1913-1993), era el pequeño nombre del escritor que había tecleado el futuro.
Segunda coincidencia: los Viajes de Gulliver es una novela de ideas revolucionadas, escrita en 1726. Contiene datos científicos inauditos, sincronías inexplicables y, sobre todo, coincidencias imposibles de achacar al azar. Si hoy buceamos cuidadosamente por sus páginas encontraremos párrafos que nos harán pensar.
Uno de los más enigmáticos dice lo siguiente: "Se ven en el cielo dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, que tienen nombre de miedo. Swift escribió esto por pura fantasía, aunque hoy con escalofrío comprobamos, 156 años después, que el astrónomo Asap Hall descubriría las dos lunas de Marte, jamás vistas hasta entonces, bautizadas como Fobos (espanto) y Deimos (terror).
Finalmente, la tercera es como sigue: Mark Twain predijo su propia muerte. Su profecía fue: "Yo nací con el cometa y me iré con él". No fue hasta muchos años después cuando algunos biógrafos descubrieron la increíble coincidencia.
Twain había fallecido por muerte natural al terminar el 21 de abril de 1910, en el preciso instante en que era perfectamente visible el paso del célebre cometa Halley, habiendo nacido el 30 de noviembre de 1835, justo cuando dicho cometa apareció en el cielo. Sus palabras habían sido proféticas.
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