Juan Payán afirma que la adquirió un día que apenas tenía 10 centavos en el bolsillo
Es el precursor del negocio que se mete en el cuerpo social; la Capital no sería igual sin el trajinar nocturno y diurno de Barra Payán
Escrito por: José Rafael Sosa
(www.joserafaelsosa.com)
La Barra Payán es un patrimonio cultural de la ciudad de Santo Domingo.
Más que un negocio para de comida rápida con acento dominicano, está unido a la nostalgia y dinamismo de una ciudad con la cual se ha entremezclado a tal grado, que ya no se sabe cuál de las dos pertenece a la otra.
Punto de encuentro y zona de consumo rápido, de precios accesibles, aderezado con fórmulas para jugos y sandwichs tan propios de este lugar, la Barra Payán tiene un secreto que ha conquistado el gusto de cuatro generaciones de capitaleños, desde el momento en que el punto fue comprado por Juan Payán.
La historia
1956, Juan Frías Payán, entonces un mozalbete con deseos de trabajar y progresar en la vida del Santo Domingo de entonces, tenía 10 centavos en los bolsillos. La crónica está contada en el libro Barra Payán, De 10 Centavos a Millonario, escrito por Fernando Reynoso, tal como le fue contado.
Caminaba por la avenida 30 de Marzo, cuando se encontró con un letrero de ¡Se vende!, en una cafetería de la que era cliente. De inmediato se dirigió al dueño y preguntó el precio: $4.000 pesos.
Pidió rebaja y se puso de acuerdo en comprarlo por $2.000, suma que no tenía en ese momento.
-Te voy a dar 800 ahora y el resto en dos pagos, prometió Juan sin saber de dónde buscaría ese dinero. El propietario consintió.
Con los diez centavos, tomó un carrito para ir a donde un amigo, dueño de un colmado más o menos acomodado. Había confianza y respeto entre Juan y el propietario del negocio al cual se dirigía ahora.
Le pidió los 800 pesos prestados y éste lo aprobó.
Así se compró el punto. Tenía que pagar 90 pesos de alquiler a la propietaria, para lo cual decidió guardar tres pesos diarios de la venta.
Amigos le regalaron una neverita, un sandwichera, una tostadora de pan familiar, unas vitrinas de exhibición y otros elementos necesarios para poder instalarse. Decidió llamarla Barra Payán, para ser la primera vez que el término “barra” se usaba en la capital.
El primer día
Las ventas de jugos y emparedados produjeron 42 pesos.
El segundo día vendió 35,cinco menos.
A los seis meses, el negocio ya era rentable.
Juan Frías Payán centró su vida en impulsar la Barra, cuyo servicio fue propagándose por la ciudad. Más y más gente llegaba.
La barra extendió su horario hasta llegar a las 24 horas.
Todo el mundo
Por la Barra Payán pasa todo el mundo dominicano. Se han visto comer allí desde rectores universitarios hasta intelectuales, ejecutivos, jóvenes estudiantes, hasta parqueadores.
La Barra ha trascendido su rol de un negocio de expendio para ser parte de la cultura urbana, estableciendo un espacio y un sello que no ha sido superado.
La familia
Juan Payan tiene una hermosa familia que completan su esposa Mayra de Frías y su hija Pamela, que vive mayormente en la casa campestre de Juan Dolio. Juan, a sus 87 es un hombre lleno de vitalidad que ha dejado quehacer cotidiano de la barra. Su tiempo lo dedica a cuidar sus cultivos de frutas y a disfrutar tranquilamente su patrimonio, forjado jugo a jugo.
El secreto
La “magia” de la Barra Payán consiste en una combinación de cuatro factores: precios atractivos, velocidad de comida rápida, el sabor de sus emparedados y jugos y la variedad que ofrece en estos dos renglones.
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