Hay gente que interrumpe cualquier cosa que esté haciendo para contestar el teléfono. Ceremonias religiosas, reuniones de directorio, entrevistas de trabajo, almuerzos familiares, espectáculos de gala y hasta los momentos más románticos se ven truncados por un ringtone y el esclavo del móvil que elige contestarlo en vez de ponerlo en silencio cuando la ocasión lo amerita.
Hoy les contaremos la historia inversa, la de un británico que pidió expresamente que el momento más solemne de su funeral fuera interrumpido por una llamada telefónica, una llamada discada a un teléfono que habrían de depositar dentro de su ataúd.
Mucha gente siente un terror irracional a despertar dentro del cajón, por lo que existen inventos como botones de pánico y hasta ataúdes con celular. Pero George Ball, de Wolstanton, no pidió eso por temor. Por el contrario, siempre bromeó con sus amigos que les iba a hacer la jugarreta de fingir su propia muerte, lo cual podrían comprobar llamándolo en medio del servicio fúnebre y viéndolo salir del ataúd entre risas.
En recuerdo de su broma recurrente, el cortejo se detuvo en mitad del viaje frente a la taberna donde el hombre de 72 años solía ir a refrescarse. Llamaron al celular y éste repicó dentro del ataúd sin respuesta. “Desafortunadamente no hay respuesta… tendremos que proseguir con el servicio“, dijo su amiga Helen Kara, que conducía el servicio. No vamos a decir que para George Ball era la llamada más importante de su vida porque sería un poco contradictorio, pero sí fue la más solemne, y no pudo contestarla.
La procesión continuó su viaje al hermoso crematorio de Bradwell, representado en la foto superior.
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