En 1947, un coreano de apellido Chung, vendedor de arroz, fundó una compañía de construcción que fue el germen del conglomerado Hyundai, hoy el mayor de Corea del Sur. Su éxito radicó en prever que la reconstrucción del país después de la guerra implicaría grandes inversiones en infraestructura, que fueron el fundamento del crecimiento de la compañía.
Hyundai Motors fue establecida en 1967. En 1972 empezó a operar una empresa constructora de barcos y luego surgieron compañías fabricantes de componentes electrónicos y elevadores.
Pero en marzo del 2001, Chung murió y en agosto del 2003, su hijo predilecto se suicidó, acusado de pagos ilegales a Corea del Norte. La viuda de éste, de apellido Hyun, lo reemplazó como jefa del Grupo Hyundai, y a partir de ahí comenzó la disputa que hoy enfrenta a dos lados de la familia.
De un lado está Hyun con su Grupo, integrado por una empresa financiera, el fabricante de elevadores y la constructora de barcos. Del otro lado está Hyundai Motors, dirigido por otro de los hijos de Chung. Y la manzana de la discordia es la compañía de construcción, hoy plagada de deudas vencidas y en manos de los bancos acreedores, que tienen un 35% de las acciones.
Los bancos subastaron sus acciones y ambos lados querían adquirirlas. La ventaja la tenía Hyundai Motors, cuyas ventas están creciendo en todo el mundo y tenía más recursos líquidos (US$6,400 millones) que el Grupo (US$997 millones).
Pero el Grupo tenía más que perder, pues si Hyundai Motors ganaba la subasta, hubiera podido desafiar el control del Grupo sobre la empresa de barcos, su principal componente, gracias a las acciones de ella que la compañía de construcción posee.
Por esa razón, el Grupo ofreció US$4,800 millones por las acciones, más que Hyundai Motors (US$4,500 millones), y ayer ganó la subasta, pero hay dudas sobre cómo podrá financiar la compra.
De Gustavo Volmar
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