(cesarpichardo1@hotmail.com)
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Todo individuo tiene limitaciones. Hasta el desarrollo individual llega a su fin, independientemente de la capacidad, puesto que esa capacidad intelectual nunca supera la suma de recursos de todos los miembros del grupo o comunidad en que vive.
La verdadera grandeza del hombre no es subestimar la inteligencia de los otros. Y el individuo sabe que se “puede prever” con una consciencia clara, que no se dejará arrastrar por una sociedad descompuesta en su afán de modernidad, mediante su capacidad de comprensión a la verdadera dimensión del ser humano, a su habilidad para aunar las ideas, talentos y esfuerzos de los demás en busca de objetivos comunes.
Por eso. comparto con Ralph M. Lewis algunos conceptos de su Credo de la paz:
“Soy culpable de provocar la guerra cuando por soberbia uso mi inteligencia para perjudicar a mis semejantes.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando tergiverso las opiniones de aquellos que difieren con las mías.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando no respeto los derechos y las propiedades de los demás.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando codicio lo que otros han adquirido honestamente.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando imagino que otra gente tiene que pensar y vivir como yo.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando pienso que las mentes de la gente deberían ser controladas por la fuerza, no por la razón.
“Soy culpable de provocar la guerra cuando creo que el Dios que yo concibo es el único que tiene que aceptar los demás”.
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