Escrito por: Leo Corporán
(teenteraste2006@yahoo.com)
En el cortejo fúnebre el pueblo de Santiago se tiró a las calles y no dejaba pasar el carro con el ataúd que llevaba los restos conducido por el periodista Mendy López
El cortejo fúnebre de la Cuayaya salió de la funeraria bajo un fuerte aguacero que inundó a Santiago.
Winston -Chilote- Llenas, presidente de las Aguilas, me agradeció mi manifestación de dolor cuando me vio con los ojos rojos de tanto llorar.
José Manuel Busto, presidente del Licey; Luis Manuel Bonetti, principal ejecutivo del Escogido y Francisco Micheli, jefe de los Toros, representaron a los directivos del béisbol invernal.
Bonetti, molesto, me dijo: “¿Leo, y tú no eres liceísta, qué haces llorando? Eres un bárbaro”.
Le respondí que tengo muchos amigos familia de la Cuyaya y soy solidario en los momentos difíciles y ese pobre animal cayó en mis pies.
Daniel Toribio
Daniel Toribio, quien representó al Gobierno, a los banqueros y al Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se mantuvo en una esquina y en un momento agarrado de un brazo por su esposa, Altagracita Paulino, besó a la Cuyaya y le dijo al oído en el ataúd, antes de ser sepultada: “Lo único que me conforma, mamacita mía, es que, primero que tú, murió el maldito Tigre. Te prometo que nunca te olvidaré”.
Altagracita lloró y Héctor Saba, su gran amigo, le manifestó: “Siempre ha sido una mujer valiente y todos sabíamos que la Cuyaya no resistiría, pues estaba muy enferma, los médicos eran malos y el hospital ni se diga”.
Rafa Pérez
Rafa Pérez Modesto, uno de los grandes revolucionarios de todos los tiempos, llegó al cementerio antes del cortejo fúnebre y prometió no “echar” ni una sola lágrima.
El pobre Pérez Modesto cuando entró el carro al cementerio 30 de Marzo, lanzó un grito que se escuchó en el Monumento y brincó para caer como una guanábana arriba de la tumba de Juanito el Cojo.
Juanchi Sánchez
El alto directivo de las Aguilas, Juanchi Sánchez, un hombre de valor y responsable de la transmisión de las Aguilas, se hizo acompañar de su hermano Luichy.
Juanchi insultó a Fellito Ortiz, presidente de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santiago y le dijo: “Ustedes son los primeros en criticar y no saben el dineral en dólares y pesos que gastamos para salvar a la Cuyaya”.
Me contaron, pues yo no estaba en el cementerio, que Juanchi paró el carro fúnebre en la calle del Sol, se arrodilló y dijo en voz alta: “Tiene dos años que te han matado. Eso no lo permitiré otra vez, aunque tenga que hipotecar hasta el gato de mi casa”.
El Cardenal
El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien asiste al play con su gorra de las Aguilas, no dijo una palabra a pesar de la insistencia de más de 567 periodistas.
Me le acerqué y le dije: ¿Cómo está usted?...Me respondió: “Nadie sabe más que tú” y me pidió que me alejara, ya que “no quería hablar con nadie”.
Momoncho
Asistí al entierro con el ingeniero Ramón Gómez Sánchez (Momoncho), quien duerme en el suelo del patio de su casa cuando las Aguilas pierden.
Momoncho llamó por el celular a su hermano César Gómez Navarro, fiebrú liceísta y le dijo: “Hasta en el entierro le ganamos al Tigre. Aquí no se puede caminar de tanta gente”. César, que fue colocado en el celular en alta voz, sonrió y señaló: “¡Qué bárbaro!... ¿Para eso me llamas?”
Ubi Rivas
El periodista Ubi Rivas fue el responsable de escribir el panegírico y lo hizo en forma magistral.
Nunca había leído algo, justo es que reconozca aquí, fue hecho por un maestro de maestros.
Ubi recordó las grandes hazañas realizadas por la Cuyaya y pidió a José Guillermo Sued, ese gran comunicador, que por favor no dejara de llorar cuando terminara de leer ese histórico relato de la vida y muerte de ese inolvidable y apreciado animal del Cibao.
Federico e Ivelisse
Río Los Cocos, en Samaná, sirvió de refugio a Federico Lalane José y su esposa Ivelisse, quienes tiraron flores al mar en señal de duelo, se abrazaron y se besaron para luego llorar como dos niños.
Ambos fueron acompañados de Junior Brea, quien no asistió al entierro y fue a parar a Samaná, tras ser sacado cargado después de sufrir un ataque cuando comenzó a avanzar el carro fúnebre.
Francisco Alvarez
El distinguido periodista Francisco Alvarez Castellanos (Papy), se mostró tranquilo y me señaló que sabía que la Cuyaya no tenía chance, pues le dieron 29 puñaladas mortales al inicio de la temporada.
Rolin y Doris
Rolin Fermín y su esposa Doris, los más fieles aguiluchos, nunca se despegaron del ataúd hasta que Alexandra Frías, asistente del Chilote, llamó al obrero Antonio Gómez y le ordenó: “¡Mezcla!”
Sandra López, una seguidora de las Aguilas, que no hace mucha bulla preguntó: “¿Y quién es esa señora que no se cansa de llorar?”. Todos respondieron: “¡Oh!, esa es doña Cecilia, la esposa de Chilote”.
Molina Morillo
Me sorprendió lo que me dijo José Monegro, que el doctor Rafael Molina Morillo, un hombre sereno y ecuánime, lloró más que nadie.
El doctor Molina Morillo quería que destaparan el nicho y eso no fue aceptado, pues ya se había cantado: ¡Mezcla!
“¡Agua bendita para el aguilita!”, comenzó a bociferar un limpia tumbas cuando volvió a caer la lluvia, pero rápidamente fue agarrado por el pescuezo por Tuto Tavárez, mientras el Cardenal decía la última plegaria.
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