Escrito por: Rafael Molina Morillo
(rafaelmolina41@yahoo.com)
La peluquería o barbería adonde acudimos los varones equivale, para las mujeres, al salón de belleza, pero con una diferencia: mientras en el salón los temas de conversación entre las damas se refieren casi siempre al acontecer social, en las barberías los señores discuten, mayormente, de pelota o de política.
Pero hay excepciones. Ayer, por ejemplo, estuve en la peluquería recortándome el pelo y escuché el siguiente diálogo entre dos jóvenes, que parecían ser amigos:
-Hola, Pedro, qué raro que no estás trabajando hoy.
-No, estoy aquí pensando.
En eso intervino un tercero, ya muy entrado en años:
-Perdone, joven, pero si de verdad está pensando, está realizando el trabajo más noble que pueda hacerse. De lo que tendría que preocuparse es de pensar bien.
Me dije para mis adentros que había descubierto a un filósofo anónimo, de esos que abundan por ahí sin saber cuánta sabiduría le han dado los años.
Y salí de allí con menos cabello, pero con más conocimiento.
(rafaelmolina41@yahoo.com)
Rafael Molina Morillo |
Pero hay excepciones. Ayer, por ejemplo, estuve en la peluquería recortándome el pelo y escuché el siguiente diálogo entre dos jóvenes, que parecían ser amigos:
-Hola, Pedro, qué raro que no estás trabajando hoy.
-No, estoy aquí pensando.
En eso intervino un tercero, ya muy entrado en años:
-Perdone, joven, pero si de verdad está pensando, está realizando el trabajo más noble que pueda hacerse. De lo que tendría que preocuparse es de pensar bien.
Me dije para mis adentros que había descubierto a un filósofo anónimo, de esos que abundan por ahí sin saber cuánta sabiduría le han dado los años.
Y salí de allí con menos cabello, pero con más conocimiento.
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