¿ERA ALEJANDRO MAGNO HOMOSEXUAL?

Si la vida amorosa de Alejandro fue transgresora lo fue no sólo por su amor hacia jóvenes bellos, sino por su relación con hombres de su misma edad considerados sus amantes



Generalmente se considera que el mayor objeto de los afectos de Alejandro fue su compañero, comandante de caballería y posible amante, Hefestión, al que probablemente se hallaba unido desde la niñez, dado que ambos se educaron en la corte de Pella.

Hefestión hace su aparición en la Historia en el momento en que el conquistador alcanza Troya.

Allí ambos amigos realizaron sacrificios en los altares de los héroes de la Ilíada, Alejandro honrando a Aquiles y Hefestión a Patroclo, lo que es indicativo de cómo concebían su relación: Claudio Eliano afirmaba que “de esa manera Alejandro implicó que él (Hefestión) era su objeto de amor, como Patroclo lo fue de Aquiles”.

Su sexualidad ambivalente ha provocado controversia desde los mismos días del conquistador macedonio.

La carta 24 atribuida a Diógenes de Sinope, aunque escrita en el primer o segundo siglo de nuestra era, y reflejando probablemente los chismes de los días de Alejandro, expresa que amonestó a Alejandro diciendo “Si quieres ser hermoso y bueno, arroja ese trapo que tienes sobre tu cabeza y ven con nosotros. Pero no serás capaz de hacerlo, dado que estás dominado por los muslos de Hefestión”.

Y Curcio relata que “Alejandro despreciaba los placeres sensuales a tal grado que su madre tenía temor de que éste no le dejase descendencia”.

Para agudizar su apetito por las mujeres su padre, el rey Filipo (quien ya había reprochado a su hijo por cantar en voz demasiado aguda), le llevó a una costosa cortesana llamada Kallixeina.

Pero no todos los antiguos pensaban igual. Eumenes (370-265) afirmaba que Alejandro no se sentía a gusto con el sexo”.

A lo largo de su vida, Alejandro se casó con varias princesas de los anteriores territorios persas: Roxana de Bactriana, Estateira, hija de Darío III, y Parysatis, hija de Oco. Alejandro fue padre de al menos dos niños: Heracles, nacido en el 327 a. C. de su concubina Barsine, hija del sátrapa Artabazo II de Frigia Helespóntica, y Alejandro IV de Macedonia, de Roxana, en el 323 a. C.

Curcio mantiene que Alejandro también tomó como amante a «Bagoas, un eunuco de excepcional belleza y en la flor de su juventud, con el cual Darío había intimado y con el cual Alejandro luego intimaría” (en la antigüedad los eunucos solían ser emasculados sólo de las gónadas).

Eumenes escribe que, antes de aventurarse aún más al Este, Alejandro instaló a Bagoas en una villa en las afueras de Babilonia y requirió a todos sus oficiales y cortesanos a rendirle honores .

El favor de Alejandro por Bagoas es también obvio con el nombramiento de éste como uno de los trierarcas, quienes eran hombres que supervisaban y financiaban la construcción de barcos para el viaje de regreso a la patria.

Su relación parece haber sido bien conocida entre sus tropas, ya que Plutarco relata un episodio durante unos festejos cuando regresaban de la India, en los cuales sus hombres clamaban a Alejandro que besase abiertamente a Bagoas, accediendo a esta solicitud.

Cualquiera que fuese su relación con Bagoas, no fue impedimento para que éste tuviese relaciones con su reina: seis meses después de la muerte de Alejandro, Roxana dio a luz a su hijo y heredero Alejandro IV.

Además de Bagoas, Curcio menciona otro amante de Alejandro, Euxenippos, “cuya belleza lo llenaba de entusiasmo”.

La cuestión de si Alejandro fue homosexual, bisexual o incluso transformista, porque durante las fiestas ocasionalmente se vestía con el vestido plateado de Atenea, tomando para ello su significado moderno, es controvertida.

Los griegos han expresado indignación ante tales sugerencias en relación con su héroe nacional.

Argumentan que los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión y Bagoas fueron escritos siglos después de los hechos, y que de ese modo nunca puede establecerse cuál fue la relación “real” con sus acompañantes masculinos.

Tales debates son considerados anacronismos por los eruditos en ese período, quienes señalan que el concepto de homosexualidad no existía en la Antigüedad: la atracción sexual entre hombres era vista como normal, ya que el hombre era atraído hacia la belleza, que era un atributo de la juventud, independientemente del sexo.

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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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