CRONOLOGIA DE UN SABADO

Es la historia de un accidente que cobró la vida a nueve personas y dejó un saldo de una decena de heridos en la zona de El Número, en Azua


Escrito por: LAURA GOMEZ LIZ


Parte de los muertos en el accidente de la
carretera de Azua.




Cuando salimos de casa, poco antes de las 6:00 de la mañana del pasado sábado, mi esposo y yo teníamos más optimismo que ninguna otra cosa (más que claridad de hacia adónde nos dirigíamos, más que idea de lo que nos esperaba, más que comida en nuestra lonchera…).

Cogimos la guagua que gritaba “Azua, Azuaaaa”, y Santiago, con esa sonrisa pícara que todavía estoy aprendiendo a descifrar, me apretó la mano y me dijo: “Cariño, hoy te vas a dar un buen baño de pueblo…roguemos a Dios porque encontremos a ese hombre”.

Con “ese hombre” se refería a un paciente a quien había visto hacía ya un año, con un extraño problema de la vista que lo había hecho objeto de estudio de más de un especialista internacional y a quien, a pesar de ello, nadie había decidido localizar… hasta hoy, cuando los Martínez Gómez se dirigían más allá de Barahona, casi donde se acaba la isla, en búsqueda de un diagnóstico y quizás, solo quizás, de una historia.

Pero los quizás son traicioneros y en lo que para mi fue un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos en la carretera del Número, estacionados junto a carros, guaguas y jeepetas siendo testigos de algo que, como la vida misma, se nos salió de plan.

Cuerpos de personas recién muertas, con olor a sangre, tirados en la carretera, ante el asombro y silencio de los que quedábamos vivos, tan vivos, como horas antes lo habían estado esos siete.

Como lo aterrador es casi siempre noticia, marqué rápido a mi papá, más que para contarle, con intención de que me explicara ( )…. Me habló de imágenes y yo, que me paso la vida peleando contra las necesidades impuestas y los lujos capitalistas no tenía ni asomo, ni intención de esa cosa llamada blackberry o ninguno de sus aledaños ….pero, dado el momento y la petición de mi papá, me levanté, como por instinto, para preguntar si alguien tenía alguno, cuando la mirada que me dieron por respuesta los casi 20 pasajeros (algunos con sacos de arroz como maleta) me hizo sentir, además de capitalista, soberanamente tonta y fuera de lugar.

Pero el tema no es ese, ni soy yo, y finalmente mi pequeña Panasonic de bolsillo, junto a mi marido, hicieron de las suyas para plasmar lo que nuestros ojos no querían creer, pero que el país debería de enterarse.

Tiempo después, se abrió la autopista y al chofer, por algún rato, se le olvidó conducir, hasta que después de varios cambios bruscos de marcha, pasamos por Azua, Baní y luego hasta Barahona, en donde todo comenzó a ocurrir en cámara rápida.

No sé como llegué a parar en la cola de un motor, que nos dejó en segundos en un ciber café que, menos mal, al vernos las caras, descubrieron nuestra urgencia. En poco tiempo ya iban en camino las fotos hasta el periódico, y cesaron ahí las llamadas con mi papá.

Eran las 11:05 a.m. e, increíblemente, le quedaban demasiadas horas a ese sábado.

Después de varios vehículos y demasiados brincos en unas carreteras que parecían un juego de trúcamelo, comenzamos a preguntar por el “Señor Manuel”, el de la enfermedad de los ojos.

Nadie parecía enterarse de quien era, hasta que cambiamos la táctica y optamos por descubrir su apodo, como probablemente lo conocería la mayoría.

Agotados de intentos, pero esperanzados por la actitud amable del dominicano de esos lares, nos desmontamos de la última guagüita en un pueblo que me pareció tocar el fin de los rincones habitados, cuando justo en la puerta, como si nos esperaran, una señora, de unos 70 y tantos, le abrió los brazos a mi esposo y no dejaba de repetir “¡Ay doctor, doctor, no me puedo creer que haya venido hasta aquí! ¿Se enteró, usted? Mi marido murió…pero murió viendo, y eso se lo agradeceremos de por vida”.

No salíamos del shock. Habíamos recorrido kilómetros para ver a un hombre que hacía meses ya no existía.

Mi esposo, que está más acostumbrado que yo a éstas cosas, continuó hablando sereno, con la señora primero y luego con cada uno de los hijos que se fueron acercando a medida que la noticia de que “el doctor había venido al pueblo” se extendía como pólvora.

Después de ahí, nos jalaron –literalmente- hasta la casa de uno de ellos, un lugar pequeño pero más hermoso de lo que aparentaban los contornos, y nos llenaron de atenciones que recibimos agradecidos.

Apenas apuntaba el sol de mediodía.

De allí, hicimos como que nos íbamos, pero caminamos hasta la playa y allí estuvimos un buen rato sentados, haciendo digestión de un día que me comenzaba a parecer eterno. Era una playa hermosísima, y el clima rozaba la perfección. Al menos así me lo pareció. Volvimos a mirarnos, mi Santiago y yo… ambos sabíamos que no habíamos terminado.

Salidos de allí, llegamos al pueblo más cercano, justo al hospital en donde había fallecido el paciente que nunca llegué a conocer.

Después de convencer a varios trabajadores que lucían–y se confesaron-hambrientos y cansadísimos, nos dejaron entrar a los archivos, en donde, después de una búsqueda que nos pareció de fábula, encontramos el libro de defunción: “causa de muerte: descompensación diabética”. Inesperado.

Agradecidos, salimos y ésta vez nos montamos en el último vehículo de vuelta a casa.

Durante el regreso, mirando el paisaje moverse veloz a través de la ventana, mi mente repasaba un día que sabía que no olvidaría nunca. Un día, que como la vida, me tomó desprevenida, sin ni siquiera pedirla, y que como la muerte, es solo cuestión de tiempo.

“¿Qué provecho tiene el que trabaja de aquello en que se afana? … Todo lo hizo hermoso en su tiempo y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde principio a fin”. La Biblia.

Share on Google Plus

Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

0 comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR VISITAR GAZCUE Y DEJAR TU COMENTARIO.