Los primeros modelos comenzaron a llegar al país a principios del siglo XX
Escrito por: Francisco Dorta-Duque
Escrito por: Francisco Dorta-Duque
Son muchas las personas que se equivocan al pensar que la gigantesca industria automotriz, General Motors, produjo el Chevrolet. Otros piensan que compró el diseño del Chevrolet. Pero ambas opiniones están erradas.
El caso fue que el Chevrolet, producto del genio de Louis Chevrolet en 1911, compró la General Motors (1916) con su socio capitalista William Crapo Durant, quien fue nombrado posteriormente Presidente de la General Motors, (1917). Chevrolet y Durant se dedicaban a producir carros pequeños, de bajo cilindraje, como el 490, llamado así por su precio de 490 dólares.
El 3 de noviembre de 1920 Chevrolet ingreso en el mercado automotriz compitiendo con el Ford T. En 1916 Chevrolet fue lo suficientemente rentable para permitir a Durant comprar las acciones de la GM.
Sube la gasolina
En 1973, asustado yo por el alto costo que se iniciaba de la gasolina, me fui a ver al representante del Chevrolet y la GM en Santo Domingo, don Amadeo Barletta. Le ofrecí cambiar el Chevrolet que yo usaba por un Nissan que la Ambar Motors tambien representaba. Don Amadeo, que siempre me privilegio, me vendia un Nissan de paquete al precio de costo. Y además me daba los 50 pesos de comisión que percibía el vendedor de un dealer. Como si yo me vendiese el Nissan nuevo a mi mismo.
El mejor del mundo
Pero de pronto don Amadeo cambió su actitud, siempre benevola hacia mi, y me ripostó: “No. eso no. No te voy a comprar el Chevrolet viejo. Y no lo vendas tampoco por ahí…” “conservalo…” Y enfatizo: “El Chevrolet es el mejor carro del mundo.”
Cuando le llevé la orden firmada por don Barleta, a su hijo, Barletica, para que me despacharan el Nissan, este me dijo: “déjame sacarle copia a este papel para cuando yo quiera favorecer a un amigo como el hace contigo hoy; le voy a mostrar este papel firmado por él…”
Efectivamente, don Amadeo, a quien conoci aquí, me daba un trato distinto. A veces yo llegaba a su oficina para saludarlo y conversar un poco.
Y cuando entraba su secretaria para anunciarme, poco después, salia su visitante, aún sus vicepresidentes, y yo entraba para, tras un café, conversar “de todo” con el…
San Zenon
Lo que mas me impresiono fue su historia sobre el ciclon de San Zenon. Don Amadeo ya habia adquirido la confianza de la General Motors a la que representaba en el Caribe, con asiento en Santo Domingo.
Después de varios años de negociaciones, en una ocasión, vinieron representantes desde Detroit para revisar el contrato de concesionario.
Le explicaron a Don Amadeo que iban a suprimir la clausula del pago de la prima del seguro contra ciclones. Arguian que desde hacia años no habia habido un ciclon aqui y estaban pagando inutilmente una elevada prima.
Don Amadeo se opuso enfáticamente arguyendo que esta era una zona de grandes ciclones y si no aseguraban lo iban a perder todo.
No le hicieron caso y ese mismo año de 1930 el ciclon de San Zenon arraso con las instalaciones y los vehiculos estacionados en Santo Domingo Motors.
La genialidad de Don Amadeo se mostro en todo, aun literariamente, cuando puso a su compañía como nombre, Ambar Motors. Ambar es el nombre de la piedra autoctona dominicana y, a la vez, son las iniciales de su nombre y de su apellido: Barletta.
La General Motors se sintió culpable de no haber oído las aseveraciones de don Amadeo sobre los ciclones en el Caribe y se comprometio a pagar todos los gastos producidos por el terrífico ciclón.
Pero don Amadeo, hombre de responsabilidad y sumo coraje, les respondio: “No, yo asumó los costos. Lo único que exijo de ustedes es que me sigan dando crédito.” Y así fue hasta el momento mismo de su muerte.
Un día, al entrar yo, como siempre, a su oficina me dijo: “¿Tu ves ese hombre que acaba de salir? Ese era el policía que me custodiaba cuando Trujillo me metió preso. Me trató muy bién y le estoy muy agradecido. Por eso siempre que me visita se lleva algo.”
Trujillo y Il Duce
Nunca ahonde en el tema. Pero se decía que por un asunto de camiones, Trujillo lo involucró en una aparente conspiración.
Don Amadeo era cónsul de Italia en Santo Domingo. Enterado Musolinni que estaba preso, ordenó que un acorazado anclase frente a Malecón con la amenaza de destruir la Capital si no liberaban de inmediato a su Consul Barleta.
Pero Don Amadeo cerro su negocio y se fue con su familia para Buenos Aires, lo mas lejos posible de Trujillo y donde siempre hubo una gran inmigración italiana y tambien alemana.
Por eso durante la II Guerra Mundial Argentina se mantuvo neutral en contra de los designios de los Estados Unidos.
La Habana
Alli, Barletta levanto de nuevo un prospero negocio. Pero añoraba el calor del Caribe y partio para La Habana. Allí, en el boom de la economia cubana debido a la exportacion de azucar a los Estados Unidos, inicio un negocio increible, mas que millonario. Y no solo represento a la General Motors con sus Chevrolet sino que tambien incursiono en los medios de comunicación. Instalo un canal de televisión y el dinamico y popular diario EL Mundo, que se opuso diametralmente a Batista. En 1959, como “el hijo bueno” recalo en su amado Santo Domingo sin Trujillo.
En La Habana, don Amadeo invento una frase que se hizo una opción necesaria: “El carro del año, para mi mujer…” este slogan se convirtió en una decisión necesaria en Cuba que le aportó a Ambar Motors una millonada cada año.
Hurgando en las razones de la particular amistad que me profesaba don Amadeo, pienso que mi padre el doctor Manuel Dorta-Duque, era un hombre de personalidad publica en Cuba: Abogado, Profesor de la Univeridad y relevante politico desde los años 20’s. Y, en algun momento, trabaron amistad.
Pero, en lo particular, recuerdo que su hija Nelita invito a mi hermano Manolito, con su pareja y otras catorce parejas mas como guardia de honor a la fiesta de su cumpleaños cuando alcanzó sus anhelados quince.
La opulencia de la familia Barletta en La Habana se me evidencio un dia en que fui a visitar al distinguido caballero y excelente diplomatico, don Alfredo Ricart Pellerano, y a su ilustre padre don Baby Ricart, cuñado de don Amadeo.
Cuncun habia regresado de La Habana y me llamo para “comentar”. En un momento de la conversacion se levanto para enseñarme las fotos de dos fastuosas residencias, la de don Amadeo y la de su hija Nelita.
El caso fue que el Chevrolet, producto del genio de Louis Chevrolet en 1911, compró la General Motors (1916) con su socio capitalista William Crapo Durant, quien fue nombrado posteriormente Presidente de la General Motors, (1917). Chevrolet y Durant se dedicaban a producir carros pequeños, de bajo cilindraje, como el 490, llamado así por su precio de 490 dólares.
El 3 de noviembre de 1920 Chevrolet ingreso en el mercado automotriz compitiendo con el Ford T. En 1916 Chevrolet fue lo suficientemente rentable para permitir a Durant comprar las acciones de la GM.
Sube la gasolina
En 1973, asustado yo por el alto costo que se iniciaba de la gasolina, me fui a ver al representante del Chevrolet y la GM en Santo Domingo, don Amadeo Barletta. Le ofrecí cambiar el Chevrolet que yo usaba por un Nissan que la Ambar Motors tambien representaba. Don Amadeo, que siempre me privilegio, me vendia un Nissan de paquete al precio de costo. Y además me daba los 50 pesos de comisión que percibía el vendedor de un dealer. Como si yo me vendiese el Nissan nuevo a mi mismo.
El mejor del mundo
Pero de pronto don Amadeo cambió su actitud, siempre benevola hacia mi, y me ripostó: “No. eso no. No te voy a comprar el Chevrolet viejo. Y no lo vendas tampoco por ahí…” “conservalo…” Y enfatizo: “El Chevrolet es el mejor carro del mundo.”
Cuando le llevé la orden firmada por don Barleta, a su hijo, Barletica, para que me despacharan el Nissan, este me dijo: “déjame sacarle copia a este papel para cuando yo quiera favorecer a un amigo como el hace contigo hoy; le voy a mostrar este papel firmado por él…”
Efectivamente, don Amadeo, a quien conoci aquí, me daba un trato distinto. A veces yo llegaba a su oficina para saludarlo y conversar un poco.
Y cuando entraba su secretaria para anunciarme, poco después, salia su visitante, aún sus vicepresidentes, y yo entraba para, tras un café, conversar “de todo” con el…
San Zenon
Lo que mas me impresiono fue su historia sobre el ciclon de San Zenon. Don Amadeo ya habia adquirido la confianza de la General Motors a la que representaba en el Caribe, con asiento en Santo Domingo.
Después de varios años de negociaciones, en una ocasión, vinieron representantes desde Detroit para revisar el contrato de concesionario.
Le explicaron a Don Amadeo que iban a suprimir la clausula del pago de la prima del seguro contra ciclones. Arguian que desde hacia años no habia habido un ciclon aqui y estaban pagando inutilmente una elevada prima.
Don Amadeo se opuso enfáticamente arguyendo que esta era una zona de grandes ciclones y si no aseguraban lo iban a perder todo.
No le hicieron caso y ese mismo año de 1930 el ciclon de San Zenon arraso con las instalaciones y los vehiculos estacionados en Santo Domingo Motors.
La genialidad de Don Amadeo se mostro en todo, aun literariamente, cuando puso a su compañía como nombre, Ambar Motors. Ambar es el nombre de la piedra autoctona dominicana y, a la vez, son las iniciales de su nombre y de su apellido: Barletta.
La General Motors se sintió culpable de no haber oído las aseveraciones de don Amadeo sobre los ciclones en el Caribe y se comprometio a pagar todos los gastos producidos por el terrífico ciclón.
Pero don Amadeo, hombre de responsabilidad y sumo coraje, les respondio: “No, yo asumó los costos. Lo único que exijo de ustedes es que me sigan dando crédito.” Y así fue hasta el momento mismo de su muerte.
Un día, al entrar yo, como siempre, a su oficina me dijo: “¿Tu ves ese hombre que acaba de salir? Ese era el policía que me custodiaba cuando Trujillo me metió preso. Me trató muy bién y le estoy muy agradecido. Por eso siempre que me visita se lleva algo.”
Trujillo y Il Duce
Nunca ahonde en el tema. Pero se decía que por un asunto de camiones, Trujillo lo involucró en una aparente conspiración.
Don Amadeo era cónsul de Italia en Santo Domingo. Enterado Musolinni que estaba preso, ordenó que un acorazado anclase frente a Malecón con la amenaza de destruir la Capital si no liberaban de inmediato a su Consul Barleta.
Pero Don Amadeo cerro su negocio y se fue con su familia para Buenos Aires, lo mas lejos posible de Trujillo y donde siempre hubo una gran inmigración italiana y tambien alemana.
Por eso durante la II Guerra Mundial Argentina se mantuvo neutral en contra de los designios de los Estados Unidos.
La Habana
Alli, Barletta levanto de nuevo un prospero negocio. Pero añoraba el calor del Caribe y partio para La Habana. Allí, en el boom de la economia cubana debido a la exportacion de azucar a los Estados Unidos, inicio un negocio increible, mas que millonario. Y no solo represento a la General Motors con sus Chevrolet sino que tambien incursiono en los medios de comunicación. Instalo un canal de televisión y el dinamico y popular diario EL Mundo, que se opuso diametralmente a Batista. En 1959, como “el hijo bueno” recalo en su amado Santo Domingo sin Trujillo.
En La Habana, don Amadeo invento una frase que se hizo una opción necesaria: “El carro del año, para mi mujer…” este slogan se convirtió en una decisión necesaria en Cuba que le aportó a Ambar Motors una millonada cada año.
Hurgando en las razones de la particular amistad que me profesaba don Amadeo, pienso que mi padre el doctor Manuel Dorta-Duque, era un hombre de personalidad publica en Cuba: Abogado, Profesor de la Univeridad y relevante politico desde los años 20’s. Y, en algun momento, trabaron amistad.
Pero, en lo particular, recuerdo que su hija Nelita invito a mi hermano Manolito, con su pareja y otras catorce parejas mas como guardia de honor a la fiesta de su cumpleaños cuando alcanzó sus anhelados quince.
La opulencia de la familia Barletta en La Habana se me evidencio un dia en que fui a visitar al distinguido caballero y excelente diplomatico, don Alfredo Ricart Pellerano, y a su ilustre padre don Baby Ricart, cuñado de don Amadeo.
Cuncun habia regresado de La Habana y me llamo para “comentar”. En un momento de la conversacion se levanto para enseñarme las fotos de dos fastuosas residencias, la de don Amadeo y la de su hija Nelita.
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