EL SUICIDIO DEL ALCALDE DE LA HABANA

En el pequeño parque de la calle Monserrate, frente a la Manzana de Gómez y a escasos metros del edificio Bacardí, hay un sencillo monumento cuya única inscripción identifica el segundo apellido del hombre a quien se dedica Supervielle.


Escrito por: Francisco Dorta-Duque


Busto en La Habana del alcalde Manuel
Fernández Supervielle.




A prima noche de aquel Miércoles Santo me alistaba para acompañar a mi padre el doctor Manuel Dorta Duque, al Colegio de Belén en cuyo tercer piso se internaría por tres días, como era su costumbre, año por año, para asistir con un grupo de caballeros a los Ejercicios Espirituales bajo la dirección de un padre jesuita.

Pero mi padre cambió esa noche la orden de la ruta y nos dirígimos hacia la residencia del distinguido abogado y político, Alcalde de La Habana, doctor Manuel Fernández Supervielle, ex decano del prestigioso Colegio de Abogados de La Habana. Ambos eran viejos amigos identificados por la altura de sus principios.

Supe entonces por boca de mi padre que, días atrás, el alcalde de La Habana le había pedido que interviniera con sus buenos oficios ante los Sacerdotes Jesuitas del Colegio de Belén para que le reservaran una habitación en aquella tanda de Ejercicios Espirituales para caballeros de Semana Santa.

Me extrañaba, porque de todas las virtudes que me constaban asistían al doctor Fernández Supervielle, no le conocía la religiosidad y, menos aún, cualquier contacto con la Iglesia Católica.

Fernández Supervielle, era el "mirlo blanco" del Partido Revolucionario Cubano (PRC) (auténtico). A sus filas lo llevó su claro sentido democrático, su visión social del Estado, su acendrado civismo, y su oposición tajante a Fulgencio Batista en la otra esquina del ring.

El año anterior, el doctor Ramón Grau San Martín, Presidente de la República y Líder Máximo del PRC (a) en un momento de desprestigio de su actuación presidencial, sobre todo, por los turbios negocios que cobijaba su cuñada Paulina y su sobrino el ingeniero Grau-Alsina, le ofreció postularlo para Alcalde de La Habana, que era la segunda posición política de la República.

Fernández Supervielle consideró que debía aceptar dicha honorable oferta porque con su prestigio, conocimientos y esfuerzo podría realizar la necesaria gestión para eliminar los fallos de la Administración Municipal y elevar la Capital de la República de Cuba a los rangos que merecía. Y aceptó.

La necesidad básica en aquellos años en que la Ciudad de La Habana había crecido en forma desorbitada, tanto por la prospera ciudadanía afluente, debido a la producción y exportación azucarera, como por las inmigraciones del interior, era la construcción de un nuevo Acueducto, desde la recogida y el almacenamiento del agua y su potalización hasta los conductos principales y las tuberías casa por casa.

Hábil negociador, Fernández Supervielle, preciso, muy clara y enfáticamente, este punto de política municipal con el Presidente de la República.

Grau le dio todas las garantías y toda la seguridad de que el Gobierno Central avalaría con su financiamiento la construcción de un nuevo acueducto que sustituiría el anterior, edificado en los primeros años de la República.

En el año 1939 mi padre fue elegido Delegado a la Asamblea Constituyente que dio a luz un excelente documento constitucional donde se afirmaba la condición de Cuba como República democrática, independiente y soberana y se recogían los más notables avances de la doctrina social en boga en el mundo político moderno.

Mi padre, el doctor Manuel Dorta-Duque, fundó en el año 1944 el Partido Republicano al cual se integró también el doctor Raúl Menocal, hijo del Caudillo del Partido Conservador, General Mario G. Menocal.

Era un partido minoritario pero la elevada calidad de sus dirigentes y militantes balanceaban y mejoraban con mucho el populismo del PRC (a) con el que se alió y resultó ganador de la contienda electoral el doctor Ramón Grau San Martín, ese año.

Mi padre tenía su bastión electoral en la Ciudad de La Habana y específicamente en el exclusivo sector de El Vedado por eso se decía: "Dorta-Duque sale electo por la Provincia de El Vedado" circunscripción que no era ni una provincia ni siquiera un Municipio sino un sector de el Municipio de La Habana.

Por eso acudió al doctor Manuel Fernández Supervielle, su buen amigo, que tenía arraigo político en el interior de la Provincia de La Habana para que lo acompañara en recorridos políticos por el interior para amarrar contactos electorales.

Mi padre quedó comprometido electoralmente con el amigo.

Sin embargo, mi padre, años después, en 1946, que era un hombre de principios a rajatablas y de una genuina identidad personal de raigambre católica, se desligó del respaldo electoral a su amigo el doctor Fernández Supervielle porque Grau, que se movía fácilmente como una hoja al viento, busco y acepto la coalición con el Partido Socialista Popular de ideología comunista, para las elecciones municipales.

En esa ocasión, a mi padre le preguntaron los periodistas donde se situaría en las elecciones municipales y congresionales de 1946. Mi padre respondió: "Yo primero miro a ver donde se sitúan los comunistas. Después yo me sitúo frente a ellos."

Fernández Supervielle ganó las elecciones para Alcalde gracias a la promesa electoral de construir un nuevo Acueducto para el municipio de La Habana.

El triunfo fue arrollador y Grau probablemente envidió la elevada posición política y electoral que adquirió Fernández Supervielle quien simbolizaba "probidad más popularidad".

Ante los hechos, Grau incumplió su palabra dada a Fernández Supervielle de aportar los fondos necesarios para la construcción del Acueducto ofrecido.

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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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