CADA QUIEN TIENE SU MONTAÑA

La montaña es como una proyección de la vida, una especie de parábola visible que se nos presenta majestuosa a nuestros ojos cuando estamos frente a ella. Es imposible sustraerse a su sortilegio, por más pequeña que sea, y es que a lo largo de toda la historia de la Humanidad la montaña siempre ha estado ligada a los momentos más profundos de sobrecogimiento espiritual, reflexión y porque no, de renacimiento.

Moisés fue llamado a la cima del monte Sinaí a recibir los mandamientos; en la cima de una montaña Jesús fue tentado por tercera vez y venció una vez más al Diablo y así también, desde lo alto de una montaña predicó su gran sermón; kailash es sagrado para los hindúes, pues Shiva vive en su cumbre y para los tibetanos también, pues es donde reside el Budha Demchoc; en la cima de una montaña el ángel ordenó a Mahoma que tenía que predicar la sumisión; en la cueva de una montaña Da Mo -Bodidharma- oró por 9 años antes de refundar Shaolin, y hasta el Zaratustra de Nietzsche vivió largo tiempo en una montaña. En fin, que es imposible pensar y repensar en la espiritualidad de la Humanidad sin pensar en una cumbre, pues las cotas de iluminación y búsqueda más altas han sido aquellas que en los que el ser humano se ha enfrentado a una montaña y a todo lo que ella representa.

A propósito del monte Everest, el montañismo es como la vida misma, si quieres llegar bien lejos tienes que esforzarte y sacrificarte y sin embargo, no importa qué tan lejos quieras llegar, si sacrificas lo suficiente, si te esfuerzas y pones todo tu corazón y tu empeño en alcanzar la cima, podrás llegar a donde ningún ser humano jamás ha llegado.

El Everest no es más que una parábola, pues su primer ascenso es tan importante como el primer Pico Duarte o la primera ascensión al Diego de Ocampo, pues de lo que se trata es lo mismo: el reto. La montaña no es entonces un accidente geográfico, sino un paradigma metafórico, la montaña se convierte en un reto, y ese reto no son los metros que debes ascender, no sólo eso, ese reto bien pueden ser las cosas difíciles que tienes por delante y que son las que en ese momento consideras valiosas en tu vida: la montaña puede ser terminar la carrera universitaria, hacer mejor tu trabajo día a día, no ceder ante las trampas que supone la ilusión de la riqueza fácil en esta sociedad postmoderna y desigual en que vivimos, creer en los amigos y, sobre todo, nunca dejar de soñar y creer que podemos tener un mejor país el día de mañana.

El monte Everest es sin lugar a dudas una montaña formidable, capaz de hacer desistir del intento al más osado, una montaña dura, fría, implacable y cruel... y sin embargo hermosa y temible como puede serlo la luz que refleja una navaja en una noche de luna. No tiene mucho que enseñarte si no has aprendido nada durante los 50 días que dura el viaje -y esto va por Kavafis- pero sin embargo, deberías ser más duro que la piedra que te rodea para no dejarte seducir por toda la belleza que te rodea a lo largo del viaje, para no intentar descifrar el mensaje oculto que cifran.

Entonces, vuelves y piensas en cómo a lo largo de toda la Humanidad a la cima de la montaña hemos acudido a buscar respuestas a todas nuestras inquietudes espirituales y mundanas, quizás porque si las respuestas vienen desde lo alto, entonces, allá arriba, cerquita del cielo, estamos más cerca para escucharlas. Entonces vuelves y piensas en todos los retos que tienes por delante, en los que la vida día a día te obliga a asumir, los impostergables e indelegables y sientes que cada uno de ellos, por más difícil que sea, en realidad es tan importante y sencillo como intentar escalar la montaña más alta del mundo.

Todo esto lo piensas mientras vas descendiendo y mientras vas pensando cuál nueva montaña, cuál nuevo reto tienes por delante. Lecciones simples que la montaña enseña y que sin embargo se nos hace tan difíciles recordarlas cada día. Quizás ése es el nuevo reto por delante.



De Federico Jóvine
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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