Una sociedad violenta peca al promover “valores” machistas
Era una “tigresa”. Aunque vestía de rosado, porque el azul ya no es de rigor, la L era inconfundible. Junto a ella, la música de “yo soy loca con mi tigre” y una clara invitación: rendirle pleitesía a un hombre que, haciendo ejercicio y casi gimiendo, se dejaba limar las uñas, masajear... “mimar”.
En otra escena un grupo de hombres juega dominó. Pasa un “mujerón” y uno de ellos, con morbo, exclama: ¡y dique son iguales! dejando ver que no le agradada lo que tiene en casa.
Esto es lo que se ve en dos de los tres anuncios que el Licey decidió usar este año para promocionarse. Así, con una apología al machismo, reduce a la fanática a una mujer que se exhibe, se usa para provocar el deseo, complace... y todo por su tigre.
Para las liceístas fue un jarro de agua fría que usaran a ese prototipo de mujer para identificarnos. Peor aún fue cuando pensamos en el ejemplo que se le da a los niños: mientras a las pequeñas se les dice que están hechas para satisfacer a los hombres, a ellos se les enseña que la mujer es “su” objeto.
En momentos en que el machismo irracional está acabando con la vida de las mujeres, resulta vergonzoso que los equipos de pelota se alejen del deporte y le den mayor cabida al morbo y al sexo. Vale ver cómo el Licey y el Escogido inciaron la campaña: mostrando modelos desnudas con las camisetas pintadas.
Pero en el play le dan más importancia a las bailarinas, que hacen oda a todo menos al baile, que a los jugadores. Hace tiempo que el béisbol dejó de ser un deporte para la familia: lo han hecho para calzar al tíguere, ese macho posesivo que al final mata a su presa.
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