Es lamentable que Gadafi no llegara a hacer las grandes inversiones que él y sus allegados ofrecieron a la República Dominicana en ocasión de la visita que le hiciera el presidente Fernández. Se habló de refinerías y pudo haber incluido complejos petroquímicos basados en el petróleo, y quizás hasta terminales portuarias especializadas, por no mencionar posibles acuerdos comerciales que hubieran creado un mercado para las exportaciones dominicanas.
Por supuesto, nada de eso iba a suceder, dado el historial de Gadafi de propuestas económicas y políticas a otros países que nunca se materializaron o fracasaron al poco tiempo, y lo expresamos así en una columna escrita a raíz del encuentro con Fernández. Sólo el gobierno dominicano, a juzgar por el despliegue publicitario que hizo en ese momento, creyó que esas inversiones se llevarían a cabo. O quizás el gobierno sabía que realmente no ocurrirían, pero entendió que la publicidad le convenía.
Como sea, ya Gadafi no está, y se discute qué consecuencias económicas tendrá ese hecho. Tan pronto se dieron a conocer los primeros reportes que mencionaban su posible captura, el petróleo bajó ligeramente de precio, revirtien-do las alzas que había acumulado durante los días anteriores.
Cualquier efecto sobre el precio del petróleo, sin embargo, no parece que será duradero o significativo, dado que Libia sólo suple una minúscula parte del suministro mundial de ese producto. Actualmente son las fuerzas de la demanda, no de la oferta, las que están dominando el escenario. Toda la atención está puesta sobre los índices de crecimiento de Europa, China, los Estados Unidos y Japón, y han sido precisamente los malos pronósticos al respecto los que han hecho bajar el precio en los últimos meses.
No confiemos ahora, por lo tanto, que la desaparición de Gadafi vaya a bajar nuestra factura petrolera, como antes tampoco debimos confiar en sus supuestas inversiones.
Por supuesto, nada de eso iba a suceder, dado el historial de Gadafi de propuestas económicas y políticas a otros países que nunca se materializaron o fracasaron al poco tiempo, y lo expresamos así en una columna escrita a raíz del encuentro con Fernández. Sólo el gobierno dominicano, a juzgar por el despliegue publicitario que hizo en ese momento, creyó que esas inversiones se llevarían a cabo. O quizás el gobierno sabía que realmente no ocurrirían, pero entendió que la publicidad le convenía.
Como sea, ya Gadafi no está, y se discute qué consecuencias económicas tendrá ese hecho. Tan pronto se dieron a conocer los primeros reportes que mencionaban su posible captura, el petróleo bajó ligeramente de precio, revirtien-do las alzas que había acumulado durante los días anteriores.
Cualquier efecto sobre el precio del petróleo, sin embargo, no parece que será duradero o significativo, dado que Libia sólo suple una minúscula parte del suministro mundial de ese producto. Actualmente son las fuerzas de la demanda, no de la oferta, las que están dominando el escenario. Toda la atención está puesta sobre los índices de crecimiento de Europa, China, los Estados Unidos y Japón, y han sido precisamente los malos pronósticos al respecto los que han hecho bajar el precio en los últimos meses.
No confiemos ahora, por lo tanto, que la desaparición de Gadafi vaya a bajar nuestra factura petrolera, como antes tampoco debimos confiar en sus supuestas inversiones.
De Gustavo volmar
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