Escrito por: Rafael Molina Morillo
(rafaelmolina41@yahoo.com)
Cuando los hijos están creciendo, sobre todo en la etapa de la adolescencia, no comprenden el porqué de ciertas actitudes “absurdas” de sus padres.
Por ejemplo, ¿por qué tienen que preguntar tanto a sus hijos adónde van, con quién van a salir y a qué hora estarán de regreso a la casa?
No se dan cuenta los jóvenes de hoy de que actitudes como esas, cuando vienen de los padres, son solamente el producto del amor.
Por amor, precisamente, los papás obligan a sus hijos a volver a la farmacia de la esquina para devolver al dependiente los caramelos o el shampú que se robaron.
Por amor no les dan permiso para ir a ciertas excursiones con personas que no conocen bien. Por amor les niegan las llaves del carro de la familia para asistir a una fiesta adonde van todos sus amigos, y talvez les hagan burlas por ello.
Lo más difícil para los padres es, sin embargo, mantenerse firmes en un “¡No!” incomprendido por sus hijos, a sabiendas de que a causa de ese “¡No!” éstos les van a odiar. Es esa la batalla más difícil de todas.
Pero al final, si se ha sido inflexible, queda la satisfacción de saber que al hacer prevalecer la negativa, más habrán ganado los hijos que los padres.
Y de seguro que cuando los “muchachos” se conviertan en hombres y mujeres adultos, entonces, y solo entonces, lo entenderán. Y después harán lo mismo con sus propios hijos. Esa es la ley de la vida.
(rafaelmolina41@yahoo.com)
Por ejemplo, ¿por qué tienen que preguntar tanto a sus hijos adónde van, con quién van a salir y a qué hora estarán de regreso a la casa?
No se dan cuenta los jóvenes de hoy de que actitudes como esas, cuando vienen de los padres, son solamente el producto del amor.
Por amor, precisamente, los papás obligan a sus hijos a volver a la farmacia de la esquina para devolver al dependiente los caramelos o el shampú que se robaron.
Por amor no les dan permiso para ir a ciertas excursiones con personas que no conocen bien. Por amor les niegan las llaves del carro de la familia para asistir a una fiesta adonde van todos sus amigos, y talvez les hagan burlas por ello.
Lo más difícil para los padres es, sin embargo, mantenerse firmes en un “¡No!” incomprendido por sus hijos, a sabiendas de que a causa de ese “¡No!” éstos les van a odiar. Es esa la batalla más difícil de todas.
Pero al final, si se ha sido inflexible, queda la satisfacción de saber que al hacer prevalecer la negativa, más habrán ganado los hijos que los padres.
Y de seguro que cuando los “muchachos” se conviertan en hombres y mujeres adultos, entonces, y solo entonces, lo entenderán. Y después harán lo mismo con sus propios hijos. Esa es la ley de la vida.
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