Escrito por: Rafael Molina Morillo
(rafaelmolina41@yahoo.com)
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Creí haber descubierto el nacimiento de una nueva ciencia. Imaginé que la ciencia descubierta por mí era digna de figurar ya en el firmamento de los más profundos y difíciles conocimientos humanos, junto a la Astrología, la Cosmogonía, la Trigonometría y demás disciplinas de esas que están reservadas para las mentes más lúcidas, al estilo de los Copérnico, los Albert Einstein y los Wernher Von Braun, para citar solo algunos de los más preclaros.
Tuve la lúcida idea de que la “recién nacida ciencia” podría ser bautizada como “encuestología” y sus cultores entonces vendrían siendo los “encuestólogos”. Aunque la misma no se estudia ni se enseña en ninguna de las dos o tres docenas de universidades que tenemos en la República Dominicana, este país es pródigo en encuestólogos, y todos ellos de la más alta calidad.
Es fácil comprobar que en cualquier grupo de personas aparece siempre uno de ellos, desarrollando las más diversas teorías para interpretar, sin dejar lugar a dudas, el significado de la última encuesta publicada. Lo bueno del caso es que todas las teorías, por contradictorias que parezcan, lucen válidas y difíciles de refutar.
En tiempos de campaña política, como los presentes, los encuestólogos del patio tienen mucho trabajo por hacer. Es una pena que el oficio en cuestión no es muy rentable, pero aún así cada vez es mayor el número de personas que incursiona en él.
(En este punto paré de escribir. Tuve un presentimiento. Hasta aquí, yo creía que estaba descubriendo o inventando la “encuestología”, pero ¡oh, sorpresa”, se me ocurrió ir a “Google” en internet…¡y allí encontré miles de menciones de esa palabreja! Entonces, los encuestólogos existen!! Y yo no he descubierto nada…).
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