EL LICEY DEBE HACERSE UNA GLORIOSA REVISIÓN

Escrito por: Américo Celado S.
(Américo.celado@gmail.com)

Fernando Ravelo

Desde ésta mi tribuna semanal me siento en el deber de colocarme el traje de consultor, para levantar un diagnóstico a fin de realizar una reingeniería en el Licey Baseball Club, el más glorioso equipo de la pelota nuestra, a petición de su gran legión de fanáticos, tomando en consideración el desempeño del equipo en el torneo que agoniza.
Sin importar los resultados expongo a continuación, a mi estilo, argumentos que forman parte de este “análisis” desprovisto de cualquier subjetividad  y de intereses.
La primera sugerencia producto de la evaluación es la salida inminente de Fernando Ravelo de la Gerencia General, quien debe tomarse un año sabático voluntariamente porque nadie lo quitará y menos con su padre de presidente del conjunto, por sus desaciertos en las contrataciones de los llamados “refuerzos”, que a decir verdad, fueron la gran vergüenza de la justa... Cancel, Linares, Nieves, Cabrera y demás,  convirtieron al Licey en el vertedero de la justa.
La salida de Ravelo implica la eliminación del cargo de Jefe de Operaciones con todo y un tal “Aroboy” Santana, que demostró con las contrataciones de importados y sus recomendaciones que sabe de pelota lo que yo se de cibernética y aeronáutica.
Con el objetivo de recuperar la mística que se ha ido perdiendo recomiendo la contratación de símbolos azules como César Gerónimo, Teodoro Martínez, Manny Mota y Bonny Castillo para que integren el cuerpo técnico porque garantizan el término de la improvisación de tantos advenedizos, que no sienten ni padecen por el conjunto azul.
Designar desde ahora a Pablo Ozuna como el segunda base titular del equipo para la venidera temporada y poner en el mercado al ya sobrestimado Anderson Hernández, quien “medalaganario” e engreído por vivir del recuerdo amparado en sus aportes en el pasado reciente, hace más daño que aporte a la causa de los Tigres.
Recuperar la disciplina “Monchín” para no permitir que jugadores como el veterano Ramón Ortiz asistan al estadio solamente cuando les toque jugar, y que no lleguen a las seis de la tarde como ha trascendido, irrespetando a sus compañeros y la gloria del equipo.
Devolverle el sentido de tradición familiar en los niveles directivos, para que nadie se atreva a humillar a un pasado presidente y sus familiares dejándolos sin asientos en el estadio, como pasó con los Busto que ante ese irrespeto decidieron ausentarse.
Admito que todo esto forma parte de un sueño, y como soñar no cuesta nada, mejor sigo acostado antes que chocar con la dura realidad.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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