|POR Gustavo Volmar
Ha perdido importancia, pero sigue luchando por su vida. El Día de Reyes en la
RD ha sido golpeado por la penetración cultural que promueve a Santa Claus como
el proveedor de regalos en la temporada navideña, incluyendo juguetes para los
niños, pero continúa vigente en varios segmentos de nuestra sociedad.
Su menor relevancia era casi inevitable. La influencia de los dominicanos residentes en los Estados Unidos fue un factor, al que se añadió después la televisión por cable, dominada por canales, y publicidad, centrados en el bonachón que vive en el polo norte y viaja en un trineo tirado por renos. Pocos anuncios incluyen a los tres reyes, y mucho menos a los camellos en que se transportan.
En las fiestas familiares hay con frecuencia alguien, preferentemente con cierto exceso de libras, vestido con el típico traje rojo y exhibiendo una barba blanca postiza. Y en las grandes tiendas la decoración incluye a Santa, los empleados visten su habitual gorro, y a veces el solícito personaje posa para fotos con los niños y recibe sus pedidos de juguetes. Los Reyes brillan por su ausencia.
Es cierto que la fecha va en contra de los Magos, porque llegando al final de las vacaciones dejan poco tiempo para que los niños jueguen antes de que se reinicien las clases. Pero han sido golpeados también por el gobierno dominicano, que socava su arraigo y tradición cuando mueve la festividad del 6 de enero para otro día.
Pero aún frente a la adversidad, los Reyes sobreviven, aquí y en otros lugares del mundo hispánico. Bella es la tradición en la ciudad de México, donde por las noches las familias van a La Alameda, en una multitud de quioscos se venden juguetes y comidas, y los niños llevan sus cartas con sus pedidos. Las cartas son atadas a miles de vejigas de muchos colores llenas de helio, y soltadas para que se remonten y lleguen a los tres que se aproximan desde el Oriente.
Su menor relevancia era casi inevitable. La influencia de los dominicanos residentes en los Estados Unidos fue un factor, al que se añadió después la televisión por cable, dominada por canales, y publicidad, centrados en el bonachón que vive en el polo norte y viaja en un trineo tirado por renos. Pocos anuncios incluyen a los tres reyes, y mucho menos a los camellos en que se transportan.
En las fiestas familiares hay con frecuencia alguien, preferentemente con cierto exceso de libras, vestido con el típico traje rojo y exhibiendo una barba blanca postiza. Y en las grandes tiendas la decoración incluye a Santa, los empleados visten su habitual gorro, y a veces el solícito personaje posa para fotos con los niños y recibe sus pedidos de juguetes. Los Reyes brillan por su ausencia.
Es cierto que la fecha va en contra de los Magos, porque llegando al final de las vacaciones dejan poco tiempo para que los niños jueguen antes de que se reinicien las clases. Pero han sido golpeados también por el gobierno dominicano, que socava su arraigo y tradición cuando mueve la festividad del 6 de enero para otro día.
Pero aún frente a la adversidad, los Reyes sobreviven, aquí y en otros lugares del mundo hispánico. Bella es la tradición en la ciudad de México, donde por las noches las familias van a La Alameda, en una multitud de quioscos se venden juguetes y comidas, y los niños llevan sus cartas con sus pedidos. Las cartas son atadas a miles de vejigas de muchos colores llenas de helio, y soltadas para que se remonten y lleguen a los tres que se aproximan desde el Oriente.
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