FUNERALES DE DUARTE

Escrito por: Pedro P. Yermenos Forastieri 
(yermenosanchez@codetel.net.do)

Juan Pablo Duarte es un personaje que nació un 26 de enero, pero los dominicanos nos encargamos de matarlo cada día con el pésimo uso que hemos dado a su inmenso legado.
 Los acontecimientos, incluso desde que el patricio vivía, han demostrado que la materialización de su gran sueño, la independencia nacional, no puede ser considerada como garantía perpetua del respeto irrestricto que los ciudadanos de este país le debemos a su figura y a la continuidad de su pensamiento. Esas cosas son desmentidas por la realidad. Ahí están, para probarlo, su destierro, el final de sus días y su precaria vigencia en el presente. Su gesta es un episodio que lo consagra en términos individuales, pero se precisa más para afirmar que honramos como es debido el aporte que nos hizo.
 ¿Ha sido Juan Pablo Duarte un paradigma del accionar de los dominicanos respecto a lo que pretendemos hacer con esta nación? ¿Ha constituido un referente en las prácticas políticas de nuestros dirigentes?
 Las respuestas son negativas. Juan Pablo Duarte ha terminado siendo instrumento útil para simular patriotismo. En la realidad de los hechos, el padre de la patria es un espejo que fulmina, alguien cuyas ideas y entereza representan ejemplos que muy pocos prefieren imitar.
 Todo eso consagra el fracaso de este ilustre ciudadano, expresado en la opción asumida por nosotros de perdernos en una cotidianidad inconducente, en la cual, cada quien está procurando de forma frenética la solución individual de sus problemáticas, desprovistos de la más mínima noción de proyecto colectivo como él tanto lo soñó y por el cual lo entregó todo.
 Con ese antecedente tan nefasto, nada más y nada menos que con el más emblemático de todos los forjadores de esta nación, ¿a cuál joven dominicano le va a interesar indagar en su pensamiento político y decidirse a asumir sus ideas y continuar sus afanes?
Es evidente que se ha impuesto el malsano propósito de proyectar a esta legendaria figura como un Cristo de una libertad que sólo existe como prueba irrefutable de todas las cadenas que nos oprimen.
En este contexto, quizás el horroroso comunicado del Senado de la república, conmemorando su fecha natalicia como el fallecimiento de Duarte, no esté del todo despistado y se ha tratado de que la realidad les ha hecho una mala pasada, como forma de recordarles su contribución al asesinato de un hombre que jamás debió perecer.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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