Escrito por: Rafael Molina Morillo
(rafaelmolina41@yahoo.com)
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El diccionario dice que un puente es una construcción que permite pasar de una ribera a otra de un rio, un barranco o una cañada.
O que es un sitio elevado de los buques, desde donde el oficial da las voces de mando. O la pieza metálica que usan los dentistas para sujetar los dientes artificiales con los naturales.
Olvida el diccionario, sin embargo, los puentes invisibles que unen a las personas por encima de diferencias de clase o más allá de las distancias geográficas que las separan.
Hace poco leí que un puente -en cuanto construcción y en cuanto metáfora- tiene siempre el significado de trascendencia entre dos umbrales: entre un lugar y otro; entre el cuerpo y el alma; entre el sueño y la realidad.
Diría que mi universo son puentes, varios puentes, que me permiten transitar entre la vida terrena cotidiana y todos los otros mundos.
Los ojos son el puente del alma. A través de una mirada se pueden leer todos los secretos ajenos, si se sabe andar con franqueza y sinceridad sobre esos puentes. Hasta a través de la mirada captada en una fotografía es posible adivinar cómo es en verdad una persona.
Haga una prueba: antes de dirigirle la palabra a alguien, aunque se trate de un desconocido o una desconocida, mírela a los ojos y trate de penetrar en su interior a través de ellos. Si, además, le agrega usted una sonrisa, de seguro que se establecerá entre ambos el puente y la comunicación será más agradable y provechosa.
Tienda su puente invisible hacia los demás.
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