Escrito por: Carlos Manuel Estrella
(puntosyenfoques@hotmail.com)
El instrumento científico por excelencia para determinar en un momento determinado la realidad del mercado electoral, en cuanto a preferencias de votantes, ha sido desacreditado por la manipulación mediática, falta de escrúpulos y violaciones elementales a la ética profesional.
Con el lastre de comprobadas imprecisiones y fallas en pronósticos sobre resultados electorales en pasadas votaciones, la letanía de empresas y nuevas “encuestadoras” que surgen sospechosamente en estos períodos, cada vez tienen menos credibilidad.
El ciudadano capaz de detenerse a reflexionar ante el bombardeo mediático de resultados acomodados al interés de quien paga esos “estudios” puede concluir que las contradicciones y discrepancias de “encuestas”, realizadas al mismo tiempo, comprueban su falsedad.
Lo que es considerado “fotografía” de las preferencias o intenciones electorales en ese instante, se convierte en trabajo maquillado similar a fotos de candidatos en vallas, con excesivo uso de herramientas tecnológicas para “mejorar”, como el conocido programa “photoshop”.
En eso han devenido las encuestas nacionales. Crean un mar de confusiones del electorado, múltiples oportunidades de negocios a sus publicistas y un mal de fondo al futuro de esas investigaciones que pierden credibilidad del público al que aspiran influir.
Me confieso incrédulo de estas “encuestas”, y me resisto a dejarme manipular por fabricantes de resultados electorales que pretenden utilizar como preservativo a quienes pueden ser instrumentos de difusión de estos engaños de opinión pública.
La falta de reglas tiene que ver con este desorden, porque los intereses clientelistas en el Congreso se combinaron para retrasar y engavetar la necesaria ley de partidos políticos.
Es mejor la desregulación y el caos para pescar en río revuelto y tener ganancia de pescadores, comportamiento típico reproducido en otras actividades públicas como cáncer para promover anarquía y dejar que los malvados hagan travesuras y se impongan al orden y la justicia.
Esto es similar a lo ocurrido hace cuatro u ocho años y parece nuevo porque las masas sufren de amnesia y, como dice la sabiduría popular, “pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”.
(puntosyenfoques@hotmail.com)
El instrumento científico por excelencia para determinar en un momento determinado la realidad del mercado electoral, en cuanto a preferencias de votantes, ha sido desacreditado por la manipulación mediática, falta de escrúpulos y violaciones elementales a la ética profesional.
Con el lastre de comprobadas imprecisiones y fallas en pronósticos sobre resultados electorales en pasadas votaciones, la letanía de empresas y nuevas “encuestadoras” que surgen sospechosamente en estos períodos, cada vez tienen menos credibilidad.
El ciudadano capaz de detenerse a reflexionar ante el bombardeo mediático de resultados acomodados al interés de quien paga esos “estudios” puede concluir que las contradicciones y discrepancias de “encuestas”, realizadas al mismo tiempo, comprueban su falsedad.
Lo que es considerado “fotografía” de las preferencias o intenciones electorales en ese instante, se convierte en trabajo maquillado similar a fotos de candidatos en vallas, con excesivo uso de herramientas tecnológicas para “mejorar”, como el conocido programa “photoshop”.
En eso han devenido las encuestas nacionales. Crean un mar de confusiones del electorado, múltiples oportunidades de negocios a sus publicistas y un mal de fondo al futuro de esas investigaciones que pierden credibilidad del público al que aspiran influir.
Me confieso incrédulo de estas “encuestas”, y me resisto a dejarme manipular por fabricantes de resultados electorales que pretenden utilizar como preservativo a quienes pueden ser instrumentos de difusión de estos engaños de opinión pública.
La falta de reglas tiene que ver con este desorden, porque los intereses clientelistas en el Congreso se combinaron para retrasar y engavetar la necesaria ley de partidos políticos.
Es mejor la desregulación y el caos para pescar en río revuelto y tener ganancia de pescadores, comportamiento típico reproducido en otras actividades públicas como cáncer para promover anarquía y dejar que los malvados hagan travesuras y se impongan al orden y la justicia.
Esto es similar a lo ocurrido hace cuatro u ocho años y parece nuevo porque las masas sufren de amnesia y, como dice la sabiduría popular, “pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”.
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