Escrito por: José Antonio Torres
(joseatorres1960@hotmail.com)
Con el asesinato de Orlando Martínez, los balagueristas pretendían sepultar la dignidad de los periodistas, lo que al final de cuentas han logrado a media. Hasta la muerte de Orlando, el ejercicio del periodismo es casi un sacerdocio. De ahí la frase de un ingeniero amigo: “A los poetas y los periodistas, los entierra la Sanidad”. Posterior a ese repugnante hecho, la estrategia fue cambiar balas por lisonjas y dádivas.
Este ícono del periodismo fue asesinado por escribir lo que pensaba, por defender en lo que creía y actuar con responsabilidad. ¡Cuánta vergüenza si estuviera vivo!
Los periodistas “globalizados” vivimos en una vorágine de desaciertos, confundiendo los géneros, mezclando opinión e información... Estamos perdiendo el referente de objetividad que se nos ha dado desde el momento en que hemos deseado ser periodistas.
Pero el problema es que somos los mismos periodistas los que estamos devaluando la profesión. En las redacciones de los medios de comunicación, ostentar fortuna, ya no es una vergüenza, se ha convertido en símbolo de poder e influencia.
Claro que culpar únicamente a otros de los males del periodismo sería simplificar en exceso el diagnóstico de la enfermedad de esta profesión.
Hay que explorar y analizar el discurso de los periodistas para entender que es la propia profesión la que está más preocupada por hacer negocio que por construir un periodismo digno, ético, objetivo, veraz, plural y socialmente responsable. Y si perdemos periodismo por ganar negocio, nos quedamos sin dignidad ni fuerza moral.
El periodista español Pascual Serrano, en su libro “Traficantes de información”, advierte que el periodismo actual está manipulado por intereses que nada tienen que ver con la profesión y sí mucho con el dinero, el negocio, fraudes, corrupción, delincuencia y política.
La confianza de los ciudadanos en los medios de información pasa por recuperar la confianza en los periodistas, y ésta sólo puede ser recobrada con un ejercicio tan básico en la profesión como defender con rigor el derecho de la gente a la información limpia
(joseatorres1960@hotmail.com)
Con el asesinato de Orlando Martínez, los balagueristas pretendían sepultar la dignidad de los periodistas, lo que al final de cuentas han logrado a media. Hasta la muerte de Orlando, el ejercicio del periodismo es casi un sacerdocio. De ahí la frase de un ingeniero amigo: “A los poetas y los periodistas, los entierra la Sanidad”. Posterior a ese repugnante hecho, la estrategia fue cambiar balas por lisonjas y dádivas.
Este ícono del periodismo fue asesinado por escribir lo que pensaba, por defender en lo que creía y actuar con responsabilidad. ¡Cuánta vergüenza si estuviera vivo!
Los periodistas “globalizados” vivimos en una vorágine de desaciertos, confundiendo los géneros, mezclando opinión e información... Estamos perdiendo el referente de objetividad que se nos ha dado desde el momento en que hemos deseado ser periodistas.
Pero el problema es que somos los mismos periodistas los que estamos devaluando la profesión. En las redacciones de los medios de comunicación, ostentar fortuna, ya no es una vergüenza, se ha convertido en símbolo de poder e influencia.
Claro que culpar únicamente a otros de los males del periodismo sería simplificar en exceso el diagnóstico de la enfermedad de esta profesión.
Hay que explorar y analizar el discurso de los periodistas para entender que es la propia profesión la que está más preocupada por hacer negocio que por construir un periodismo digno, ético, objetivo, veraz, plural y socialmente responsable. Y si perdemos periodismo por ganar negocio, nos quedamos sin dignidad ni fuerza moral.
El periodista español Pascual Serrano, en su libro “Traficantes de información”, advierte que el periodismo actual está manipulado por intereses que nada tienen que ver con la profesión y sí mucho con el dinero, el negocio, fraudes, corrupción, delincuencia y política.
La confianza de los ciudadanos en los medios de información pasa por recuperar la confianza en los periodistas, y ésta sólo puede ser recobrada con un ejercicio tan básico en la profesión como defender con rigor el derecho de la gente a la información limpia
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