Estados Unidos se ha mercadeado como el país de las libertades, a tal punto que se le ha dado la potestad de juzgar la aplicación de los Derechos Humanos. Sin embargo, en Miami no se puede expresar lo que se siente, al menos con relación al líder cubano Fidel Castro, sin exponerse a pagar el chantaje que impone como tributo lo más recalcitrante del exilio de la nación caribeña.
Los artistas no sólo han preferido no opinar sobre Cuba, sino que muchos se han abstenido de participar en actividades que de alguna forma puedan relacionarse con Fidel o su hermano Raúl Castro. Si han de opinar, lo hacen en contra, aunque se tengan que engañar a sí mismos. Y sobre la posibilidad de visitar la nación, muchas luminarias ni siquiera se lo plantean.
La experiencia del dirigente de los Marlins de Miami, el venezolano Ozzie Guillén, constituye el último eslabón de la férrea cadena de chantaje impuesta por el sector más conservador del exilio cubano a quienes se apartan de la dictadura con que cercena la libertad de expresión y difusión del pensamiento. Paradójicamente, uno de los puntos negativos que el grupo critica a los líderes de la revolución de su país.
Por declarar que amaba y respetaba a Fidel, porque durante 60 años ha sobrevivido a todo tipo de conjuras para matarlo, Guillén ha sido humillado por el sector más extremista e intransigente del exilio cubano. Ha tenido que pedir perdón de rodillas para tratar de contener el alud que le ha sobrevenido únicamente por decir lo que sentía.
Hasta el equipo, tras desmarcarse de sus declaraciones, lo ha suspendido por cinco partidos. A Guillén, con fama de bocaza, se la tenían guardada. En 2005, luego de conquistar la Serie Mundial con los Medias Blancas de Chicago, había proclamado un “¡Viva Chávez!, que todavía resuena.
Para contener la avalancha, Guillén ha tratado de matizar sus declaraciones al señalar que, sin quererlo, ha herido a una comunidad. Y con relación a Fidel Castro dijo que lo que quiso decir fue que es “una persona que ha causado tanto dolor, tanta sangre, presos políticos, esté aún en el sistema, con nosotros”.
Con el alboroto que han generado sus declaraciones, el dirigente de los Marlins de Miami se ha dado cuenta de que por el terreno que pisa es preferible no hablar de política. Y si por alguna circunstancia tendría que hacerlo sería siempre en contra de figuras como Fidel y Raúl Castro o Hugo Chávez.
En una nación que tiene las libertades como buque insignia de su sistema decir lo que se siente no debería ser objeto de persecución ni de chantaje. Es lo que debería estar en juego sobre la admiración que, con todo derecho, dijo el dirigente de los Marlins de Miami que sentía por un líder político. Si de algo ha servido la tormenta es para sacar a flote elementos tan podridos del sistema político estadounidense como la hipocresía y el chantaje.
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