La ostentación peledeísta de riquezas obnubila el entendimiento
Escrito por: FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A 22 días de las elecciones, el electorado dominicano se enfrenta a un dilema de matices muy definidos por las dos ofertas electorales, hacia una de las cuales se encauzará el destino del país en los próximos cuatro años.
Por un lado, la oferta opositora del PRD al electorado ha calado profundamente en el ánimo de la ciudadanía que recurrirá al voto, aun cuando sea para un posible suicidio masivo, para sacudirse de la hegemonía morada, rechazada por su arrogancia, prepotencia y enriquecimiento desenfadado de muchos de sus miembros.
La oferta del PRD, con un candidato carismático, que agradece la nueva oportunidad que una buena parte del país quiere darle, adolece de credibilidad debido a que se mantiene preñado de genuinos representantes de una corrupción e incapacidad manifiesta, que en su parcela política y procedentes de otras, han dado de qué hablar y nunca se le ha tomado en cuenta.
La maquinaria blanca arrastra una cola de inconductas y atropellos a la ciudadanía, que no ha sido ningún obstáculo para que el electorado quiera arrojarse de cabeza hacia el PRD, por la desesperación de sacudirse de un apabullamiento de una fuerza morada, que pretende afianzar su control sobre el país con probables consecuencias de sacudir la estabilidad del proceso democrático, que con 50 años de edad es un orgullo del país.
En los ocho años, la administración morada se ha ganado una admiración contrapuesta. La admiración principal es por la sólida estabilidad macroeconómica, fruto de las acertadas políticas y directrices que ha emanado del Banco Central, permitiendo que las severas crisis que han azotado al mundo en los pasados cuatro años y que todavía perturban a países como España y Grecia, aquí fueran sorteados con prudencia, permitiendo una solidez con una inflación controlada y un crecimiento notable.
Pero esa estabilidad y solidez económica han servido de soporte a una inconducta generalizada de destacados miembros del PLD, que se han ganado un repudio generalizado y enajenado a la población que no le importaría caer en manos del PRD. La ostentación de riquezas y la prepotencia manifiesta y engreimiento peledeísta obnubila el entendimiento, prefiriéndose volver a un marasmo económico ya superado y no caer frente a un paredón morado de nuevas reformas fiscales y sofisticada corrupción.
Desafortunadamente el candidato presidencial morado está atrapado en las redes de una maquinaria del máximo beneficio personal, por el lastre de unos compañeros que, pese a su origen marxista, se deslumbraron por los engaños y embrujos de la burguesía, y al saborear sus mieles han sabido aprovecharla sustancialmente, que los lleva a proclamar que ya son más ricos que los que poseen las fortunas tradicionales, respetadas por el pueblo, y las cuales no han estado exentas, en sus orígenes y continuidad, por las cercanías de los centros del poder dominicano.
El pueblo confiaría que el candidato morado, a la hora que resultase electo, sabría sacudirse del tutelaje y ataduras de una maquinaria sin credibilidad e impondría sus propios rasgos que se perfilan en sus propósitos en beneficio del país. Podría existir la esperanza de que realmente pueda sacudirse de una yunta que le permita llevar a cabo algo más atractivo de lo que se propone desde el litoral blanco o el que se cree prevalecería en el litoral morado.
Escrito por: FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A 22 días de las elecciones, el electorado dominicano se enfrenta a un dilema de matices muy definidos por las dos ofertas electorales, hacia una de las cuales se encauzará el destino del país en los próximos cuatro años.
Por un lado, la oferta opositora del PRD al electorado ha calado profundamente en el ánimo de la ciudadanía que recurrirá al voto, aun cuando sea para un posible suicidio masivo, para sacudirse de la hegemonía morada, rechazada por su arrogancia, prepotencia y enriquecimiento desenfadado de muchos de sus miembros.
La oferta del PRD, con un candidato carismático, que agradece la nueva oportunidad que una buena parte del país quiere darle, adolece de credibilidad debido a que se mantiene preñado de genuinos representantes de una corrupción e incapacidad manifiesta, que en su parcela política y procedentes de otras, han dado de qué hablar y nunca se le ha tomado en cuenta.
La maquinaria blanca arrastra una cola de inconductas y atropellos a la ciudadanía, que no ha sido ningún obstáculo para que el electorado quiera arrojarse de cabeza hacia el PRD, por la desesperación de sacudirse de un apabullamiento de una fuerza morada, que pretende afianzar su control sobre el país con probables consecuencias de sacudir la estabilidad del proceso democrático, que con 50 años de edad es un orgullo del país.
En los ocho años, la administración morada se ha ganado una admiración contrapuesta. La admiración principal es por la sólida estabilidad macroeconómica, fruto de las acertadas políticas y directrices que ha emanado del Banco Central, permitiendo que las severas crisis que han azotado al mundo en los pasados cuatro años y que todavía perturban a países como España y Grecia, aquí fueran sorteados con prudencia, permitiendo una solidez con una inflación controlada y un crecimiento notable.
Pero esa estabilidad y solidez económica han servido de soporte a una inconducta generalizada de destacados miembros del PLD, que se han ganado un repudio generalizado y enajenado a la población que no le importaría caer en manos del PRD. La ostentación de riquezas y la prepotencia manifiesta y engreimiento peledeísta obnubila el entendimiento, prefiriéndose volver a un marasmo económico ya superado y no caer frente a un paredón morado de nuevas reformas fiscales y sofisticada corrupción.
Desafortunadamente el candidato presidencial morado está atrapado en las redes de una maquinaria del máximo beneficio personal, por el lastre de unos compañeros que, pese a su origen marxista, se deslumbraron por los engaños y embrujos de la burguesía, y al saborear sus mieles han sabido aprovecharla sustancialmente, que los lleva a proclamar que ya son más ricos que los que poseen las fortunas tradicionales, respetadas por el pueblo, y las cuales no han estado exentas, en sus orígenes y continuidad, por las cercanías de los centros del poder dominicano.
El pueblo confiaría que el candidato morado, a la hora que resultase electo, sabría sacudirse del tutelaje y ataduras de una maquinaria sin credibilidad e impondría sus propios rasgos que se perfilan en sus propósitos en beneficio del país. Podría existir la esperanza de que realmente pueda sacudirse de una yunta que le permita llevar a cabo algo más atractivo de lo que se propone desde el litoral blanco o el que se cree prevalecería en el litoral morado.
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