UN PAÍS PARA PSIQUIATRAS

POR SERGIO FORCADELL

Estos días atrás estamos viendo como la comunidad de psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la conducta humana se reúnen para tratar el alarmante número de casos de ¨aloqueteos¨ que se están dando en nuestro país, incidiendo en el aumento de enfermedades mentales y en el de suicidios, nivel máximo al que la desesperación humana puede llegar.

Como dice el pueblo llano, ¨poco me lo jallo¨, tal cual están las cosas de complicadas. Y es que el asunto de inquietarse comienza bien temprano. De mañanita, uno lee el periódico, oye la radio o ve la televisión en busca de noticias y ya se sabe… que si el candidato Tal dijo esto del candidato Cual, que si las deudas pendientes no se van a pagar, que si un coche bomba en Afganistán causó cuarenta muertos…

Ahí empiezan las descargas dañinas que las recogen las neuronas motoras y las llevan a los nervios raquídeos, pasando a través de la médula espinal al encéfalo, hasta llegar al sistema nervioso central. Casi nada, todo un recorrido aún más complejo que llegar de regidor a presidente.

Continuamos. Uno sale a llevar al colegio a los niños y se encuentra con un tráfico caótico, con más tapones que un almacén de botellas de vino, con millares de conductores en estado casi salvaje y unos motoristas más temerarios que un funámbulo sobre una barra a cien metros de altura. Después, como por culpa de los dichosos tapones llega uno pasado de hora al trabajo, viene la inevitable bronca del jefe o del encargado, a quienes le importa una berenjena si usted vive en Hainamosa o en Cancino adentro, barrios fronterizos con la China continental, además de matarse con cientos de competidores para lograr un apretado asiento en los carros públicos o las voladoras, porque los que mandan pueden llegar en su yipeta una hora después cuando todo está más despejado, pues los jefes nunca llegan tarde sino que tratan varios asuntos por el camino.

Seguimos con el enervamiento. En el trabajo siempre hay algún compañero atorrante que durante horas vuelve loco a cualquiera con sus torpezas, sus impertinencias y bromas de mal gusto, o contando las supuestas aventuras eróticas de sus fines de semana…

Bien, uno sale del trabajo y en el obligado tapón vespertino rumbo al dulce hogar va rumiando cómo el magro sueldo de las quincenas le va a dar para tantos gastos, la luz que se ha disparado, el pago por adelantado de los colegios, los precios de los alimentos que no paran de subir, por ahí llega el pagaré del lío en que nos metimos con la televisión de pantalla plana... Más leña al fuego de la intranquilidad. Si tiene usted un carrito, ya sabe, hay que echar gasolina y como casi todas las semanas el precio va como los cohetes espaciales esos, pa´rriba, y en consecuencia su billetera va pa´ bajo, además hay que poner un par de gomas nuevas para las vacaciones, el seguro se vence el mes próximo y el aceite y el filtro hay que cambiarlos la semana que viene.

Por si fuera poco, alguien de la familia se ha metido en algún problema de faldas o pantalones, o lo internaron de urgencia en una clínica, y de manera recurrente la mujer le pide al marido más dinero y el marido le pide a la mujer menos gastos. Así ¿quién es el que no acaba en un sillón ergonómico, tumbado con la cara hacia arriba contándole las penas y frustraciones a un extraño con cara de escéptico que no para de tomar notas clínicas?

Nuestras sociedades, con sus avances nos brindan mucho bienestar, pero a cambio hay que pagarlo con enormes presiones que acaban por desquiciarnos. Este ajetreo existencial nos está convirtiendo en un país ideal para psiquiatras. Estudiaremos esa carrera. Clientes no nos van a faltar.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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