Mucha gente toma al pie de la letra eso de “ver para creer”, y para reforzar su posición recurren al famoso Santo Tomás, quien aparentemente fue el inventor de la mentada frase.
Sin embargo, no siempre es necesario ver para creer y para demostrarlo viene como anillo al dedo lo que le sucedió a un profesor de filosofía en la universidad.
Se estaba discutiendo sobre si Dios existe si o no. El profesor explicó la siguiente lógica: “¿Alguien en esta clase ha oído alguna vez a Dios?”.
Nadie contestó.
“¿Alguien en esta clase ha tocado a Dios?”.
Otra vez nadie contestó.
“¿Alguien en esta clase ha visto a Dios?”.
Cuando por tercera vez nadie habló, el profesor simplemente sentenció: “Entonces, no existe Dios”.
A uno de los estudiante no le convenció el racionamiento del profesor y pidió permiso para hablar. Obteniendo el permiso, el joven se levantó y dirigió a sus compañeros las siguientes preguntas:
“¿Alguien en esta clase ha escuchado al cerebro del profesor?”.
Silencio.
“¿Alguien en esta clase ha tocado el cerebro del profesor”.
Silencio absoluto.
“¿Alguien en esta clase ha visto el cerebro del profesor?”.
Cuando nadie en el auditorio se atrevió hablar, el estudiante concluyó: “Entonces, de acuerdo con la lógica del profesor, debe ser cierto que él no tiene cerebro!”.
El estudiante pasó la materia con honores.
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