Escrito por: Rafael Molina Morillo
(rafaelmolina41@yahoo.com)
Aquel señor, un reconocido orador y catedrático, inició su seminario sosteniendo un billete de cien dólares en la mano y preguntando a su auditorio: “¿Alguien quiere este billete?”.
Como era natural, varias personas levantaron la mano. Entonces él les dijo: “Alguno de ustedes recibirá este billete, pero antes voy hacer algo”.
Apretó el billete de cien dólares en su puño con todas sus fuerzas, hasta arrugarlo completamente. Luego volvió a preguntar que si alguien realmente lo quería. Las manos del auditorio se mantenían arriba.
“Bien –dijo el orador-, ¿y si hago esto?”.
Tiró el billete al suelo y empezó a pisotearlo y luego lo machacó con el taco de su zapato. Después, lo recogió sucio y maltrecho del piso, y volvió a preguntar si todavía lo querían. Las manos continuaban arriba.
“Amigos míos –comentó entonces el charlista-, han aprendido ustedes una valiosa lección: no importa lo que le hice al billete, ustedes todavía lo quieren porque su valor no ha disminuido, pues todavía vale cien dólares.
Muchas veces en nuestras vidas somos derribados, maltratados, humillados, mordemos el polvo, ya sea por malas decisiones que tomamos o por las circunstancias adversas que encontramos en nuestro camino.
En esos momentos nos sentimos como que si ya no valiéramos nada. Pero no importa lo que les haya pasado o pueda pasar, ustedes nunca perderán su valor”.
¡Sabia enseñanza, la del billete de cien dólares!
(rafaelmolina41@yahoo.com)
Aquel señor, un reconocido orador y catedrático, inició su seminario sosteniendo un billete de cien dólares en la mano y preguntando a su auditorio: “¿Alguien quiere este billete?”.
Como era natural, varias personas levantaron la mano. Entonces él les dijo: “Alguno de ustedes recibirá este billete, pero antes voy hacer algo”.
Apretó el billete de cien dólares en su puño con todas sus fuerzas, hasta arrugarlo completamente. Luego volvió a preguntar que si alguien realmente lo quería. Las manos del auditorio se mantenían arriba.
“Bien –dijo el orador-, ¿y si hago esto?”.
Tiró el billete al suelo y empezó a pisotearlo y luego lo machacó con el taco de su zapato. Después, lo recogió sucio y maltrecho del piso, y volvió a preguntar si todavía lo querían. Las manos continuaban arriba.
“Amigos míos –comentó entonces el charlista-, han aprendido ustedes una valiosa lección: no importa lo que le hice al billete, ustedes todavía lo quieren porque su valor no ha disminuido, pues todavía vale cien dólares.
Muchas veces en nuestras vidas somos derribados, maltratados, humillados, mordemos el polvo, ya sea por malas decisiones que tomamos o por las circunstancias adversas que encontramos en nuestro camino.
En esos momentos nos sentimos como que si ya no valiéramos nada. Pero no importa lo que les haya pasado o pueda pasar, ustedes nunca perderán su valor”.
¡Sabia enseñanza, la del billete de cien dólares!
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