A diferencia de lo que puedes haber escuchado, el acné no es consecuencia de la piel sucia. El acné es causado por la actividad excesiva de las glándulas sebáceas en la piel y por la acumulación de grasitud, células muertas de la piel y bacterias, lo que produce la inflamación de los poros.
Las glándulas sebáceas son estimuladas por las hormonas que se vuelven activas durante la pubertad, motivo por el cual los adolescentes son propensos a tener acné. Debido a que la tendencia al acné es en parte genética, si otras personas de tu familia tuvieron (o tienen) acné, es probable que tú también lo tengas.
Si bien no hay una manera segura de prevenir el acné, estos consejos pueden ayudarte a reducir la cantidad y la gravedad de las erupciones: lavar la piel es esencial, pero la limpieza excesiva puede causar daños como resecar la piel o irritar el acné existente.
Recuerda lavarte después de hacer ejercicio para evitar que el sudor bloquee los poros y empeore el acné. Si trabajas en lugares donde hay alimentos grasosos o aceite, o si has sudado debido al calor, debes lavar tu cara y otras áreas propensas al acné tan pronto como sea posible. Si usas productos para la piel como lociones o maquillaje, busca aquellos que sean no comedogénicos o no acnegénicos, es decir, aquellos que no bloquean los poros.
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