El alcalde de la ciudad Primada de América, Roberto Salcedo, conversa sobre el tesoro de sus recuerdos
Por Evelyn Irizarri
A nuestra llegada al Palacio Consistorial nos esperaba el funcionario, vestido de forma tan impecable como su trato.
Luego de una franca sonrisa y un apretón de manos, nos sentamos, y tan pronto los recuerdos lo situaron en la calle Marcos Adón, del sector donde nació y transcurrieron los primeros años de su vida, una mezcla de alegría y tristeza se dibujo en su rostro. En este dialogo, el alcalde de la capital dominicana recuerda algunos episodios de su vida, entre ellos, la lesión que le hizo olvidar sus sueños de convertirse en un jugador de Grandes Ligas y el adiós que no pudo darle a su amada abuelita.
1. Un niño y sus sueños
Mi infancia se desarrolló con algunos niveles de estrechez. Nací en Villa Juana, en la calle Marcos Adón número 40. Ahí me crié, ahí crecí. Nací en Villa Juana, en la calle Marcos Adón número 40. Ahí me crié, hasta la edad de 18 años, entonces pasé a vivir a Villa Consuelo, hasta la edad de 18 años. Mi infancia la dediqué a los estudios y a la práctica del beisbol, en algún momento pensé que iba a llegar a ser un profesional del beisbol, pero algunas circunstancias impidieron que esto se materializara. Luego, viajé a Puerto Rico, terminé parte de mis estudios allá y estudié teatro, actuación y dirección.
2. El beisbol no era lo mío
Una vez, jugando, yo había conectado la bola, iba corriendo de segunda para tercera y me lastimé un tendón, esto me produjo un dolor muy fuerte. Permanecí varias semanas lastimado y cuando me llevaron al médico y me hablaron de una operación, para mí eso fue una cosa muy grande. Entonces suspendí las prácticas de beisbol y cuando quise volver, volví a lastimarme. Tomé conciencia de que era algo de cuidado y como que le fui tomando algo de miedo.
3. Mis padres
Mi padre, Esmérito Antonio Salcedo, fue militar de la Marina, era un hombre muy cariñoso, de hecho, de él heredé ese afán por demostrar el amor a los hijos. Siempre que veía a mi padre, le besaba la mano, le daba un beso, ya estando casado me sentaba en sus piernas. Mi padre murió de una manera intempestiva, jamás esperábamos su muerte en ese momento y me produjo un choque muy fuerte. Por suerte, mi madre, Carmen Gavilán, ha sido una mujer con mucho temple, de mucho carácter y de alguna manera supo compensar la falta de mi padre para que, aunque siempre lo extrañábamos, nos sintiéramos queridos. Nuestro padre tenía un gran contraste porque siendo militar, muy recto, sin embargo a la vez era extremadamente tierno y cariñoso.
4. Recuerdos dolorosos
La muerte de mi abuelita y la muerte de mi padre. Mi abuelita, Juana Taveras vda. Gavilán, me quería entrañablemente, ella me veía como el líder de la familia. A la hora de su muerte yo no estaba presente, estaba en Asia. No pude estar ni en su velatorio, ni en su entierro y eso me dolió profundamente. Quería despedirla con el cariño y la devoción con que ella nos quiso a nosotros. La vida no me dio ese privilegio.
5. Te veo Cuquín...
Un día venía yo saliendo del Aeropuerto Internacional de las Américas y de pronto un señor se me acerca muy entusiasmado y me dice: “hola cómo tú estás” y me saluda muy efusivo y continúa diciendo: “yo veo tu programa, yo soy loco contigo y mi familia te quiere mucho y en mi casa hay muchas fotos tuyas”. Y yo en las nubes, y cuando se despide me dice: “Ok. Cuquín te veo”.
6. El camino del arte
En ese momento existía solo un programa de variedades, que era el Show del Mediodía, que se realizaba en el canal Cuatro. Apenas teníamos unos cinco canales de televisión y no existía el cable. Penetrar a ese programa era una lotería, además, yo lo que hacía era teatro. Yo iba al show a anunciar las obras de teatro; entonces, de tanto ir, me hice amigo de José Joaquín Pérez, que era uno de los animadores; de Mac Cordero, de Julio César Matías, que en paz descanse, y otras figuras. Una vez, faltaba un personaje en una comedia y me invitaron a participar y parece que lo hice con cierta simpatía y me dijeron: “mira lo has hecho muy bien, no podemos pagarte, pero ¿te gustaría quedarte en el elenco?” y le dije que sí.
7. Me contrataron
Yo iba todos los días al Show del Mediodía, un día trabajaba, otro día no. Hasta que ya no solo me preocupaba del simple rol de actor, sino que ayudaba en la preparación de la escenografía. Entonces ellos fueron viendo en mí el interés de estar allí, hasta que un diciembre me dan la gran sorpresa de que me iban a nombrar y me comunicaron que mi salario iba a ser de 50 pesos. Ese día fue mágico, muy significativo para mí.
8. Una lección
Una vez a mi hermana Cachy y a mí, nos compraron una fundita de maní a cada uno. Mi hermana la compartió con una de nuestras primas y después me pidió un poquito y yo le dije que no. Entonces mi mamá me quitó el paquete de maní y lo botó. Me sorprendí y no entendía porqué lo hacía. Luego, ella nos sentó y nos explicó que lo que era de uno era de los dos. Yo le decía que ella se había comido el suyo y ella me aclaró: “ella lo compartió, que es diferente. Usted tiene que compartir”. Esa fue una gran enseñanza. Hoy puedo decir que lo comparto todo. No me apego a nada material.
9. Adiós a grandes amigos
Despedir a Julio César Matías para mí fue muy duro. Despedir a mi compadre Milton Peláez, a Freddy Beras Goico y Rafael Corporán de los Santos, personas con las que por muchos años trabajamos juntos, compartimos tantos momentos agradables e inolvidables. Nunca me imaginé que los vería morir. Trato de recordar siempre los momentos alegres que compartimos.
10. La familia y la política
A mis hijos les duele cuando escuchan algún comentario en tono despectivo. Ellos se sienten mal, sobre todo, porque saben con la intención con que yo hago las cosas, que nunca trato de herir a nadie, ni hacer cosas mal hechas. Cuando se habla mal de los políticos y no se hace diferencia, a ellos les duele mucho, pero yo les digo que ese es el precio que se tiene que pagar.
Hay que prepararse para las críticas
Ser una figura pública es muy difícil. Hay muchos niveles de incomprensión, quizás la gente pensará que aquí los millones ruedan por el piso, pero estos son cargos que lo que usted maneja son crisis. Es una ciudad con muchos desafíos y por más que uno se esfuerza en un proyecto, siempre encuentra incomprensión. Siempre que uno trata de innovar aparecen quienes al principio no entienden, aunque después reconocen el valor de ese proyecto.
Hay que estar claro de que no todo lo que uno haga le va a gustar a todo el mundo, hay que estar preparado para las críticas. No me arrepiento de nada. Los desaciertos que he tenido en mi vida me han servido para acumular experiencia. Todo ser humano tiene virtudes y defectos, procuro convivir con mis defectos y resaltar las virtudes. Es un desafío de cada día, procurar ser mejor.
Por Evelyn Irizarri
Para Salcedo, siempre que se trata de innovar, en un principio, hay quienes no lo entienden, aunque luego reconocen el valor del proyecto. |
A nuestra llegada al Palacio Consistorial nos esperaba el funcionario, vestido de forma tan impecable como su trato.
Luego de una franca sonrisa y un apretón de manos, nos sentamos, y tan pronto los recuerdos lo situaron en la calle Marcos Adón, del sector donde nació y transcurrieron los primeros años de su vida, una mezcla de alegría y tristeza se dibujo en su rostro. En este dialogo, el alcalde de la capital dominicana recuerda algunos episodios de su vida, entre ellos, la lesión que le hizo olvidar sus sueños de convertirse en un jugador de Grandes Ligas y el adiós que no pudo darle a su amada abuelita.
1. Un niño y sus sueños
Mi infancia se desarrolló con algunos niveles de estrechez. Nací en Villa Juana, en la calle Marcos Adón número 40. Ahí me crié, ahí crecí. Nací en Villa Juana, en la calle Marcos Adón número 40. Ahí me crié, hasta la edad de 18 años, entonces pasé a vivir a Villa Consuelo, hasta la edad de 18 años. Mi infancia la dediqué a los estudios y a la práctica del beisbol, en algún momento pensé que iba a llegar a ser un profesional del beisbol, pero algunas circunstancias impidieron que esto se materializara. Luego, viajé a Puerto Rico, terminé parte de mis estudios allá y estudié teatro, actuación y dirección.
2. El beisbol no era lo mío
Una vez, jugando, yo había conectado la bola, iba corriendo de segunda para tercera y me lastimé un tendón, esto me produjo un dolor muy fuerte. Permanecí varias semanas lastimado y cuando me llevaron al médico y me hablaron de una operación, para mí eso fue una cosa muy grande. Entonces suspendí las prácticas de beisbol y cuando quise volver, volví a lastimarme. Tomé conciencia de que era algo de cuidado y como que le fui tomando algo de miedo.
3. Mis padres
Mi padre, Esmérito Antonio Salcedo, fue militar de la Marina, era un hombre muy cariñoso, de hecho, de él heredé ese afán por demostrar el amor a los hijos. Siempre que veía a mi padre, le besaba la mano, le daba un beso, ya estando casado me sentaba en sus piernas. Mi padre murió de una manera intempestiva, jamás esperábamos su muerte en ese momento y me produjo un choque muy fuerte. Por suerte, mi madre, Carmen Gavilán, ha sido una mujer con mucho temple, de mucho carácter y de alguna manera supo compensar la falta de mi padre para que, aunque siempre lo extrañábamos, nos sintiéramos queridos. Nuestro padre tenía un gran contraste porque siendo militar, muy recto, sin embargo a la vez era extremadamente tierno y cariñoso.
4. Recuerdos dolorosos
La muerte de mi abuelita y la muerte de mi padre. Mi abuelita, Juana Taveras vda. Gavilán, me quería entrañablemente, ella me veía como el líder de la familia. A la hora de su muerte yo no estaba presente, estaba en Asia. No pude estar ni en su velatorio, ni en su entierro y eso me dolió profundamente. Quería despedirla con el cariño y la devoción con que ella nos quiso a nosotros. La vida no me dio ese privilegio.
5. Te veo Cuquín...
Un día venía yo saliendo del Aeropuerto Internacional de las Américas y de pronto un señor se me acerca muy entusiasmado y me dice: “hola cómo tú estás” y me saluda muy efusivo y continúa diciendo: “yo veo tu programa, yo soy loco contigo y mi familia te quiere mucho y en mi casa hay muchas fotos tuyas”. Y yo en las nubes, y cuando se despide me dice: “Ok. Cuquín te veo”.
6. El camino del arte
En ese momento existía solo un programa de variedades, que era el Show del Mediodía, que se realizaba en el canal Cuatro. Apenas teníamos unos cinco canales de televisión y no existía el cable. Penetrar a ese programa era una lotería, además, yo lo que hacía era teatro. Yo iba al show a anunciar las obras de teatro; entonces, de tanto ir, me hice amigo de José Joaquín Pérez, que era uno de los animadores; de Mac Cordero, de Julio César Matías, que en paz descanse, y otras figuras. Una vez, faltaba un personaje en una comedia y me invitaron a participar y parece que lo hice con cierta simpatía y me dijeron: “mira lo has hecho muy bien, no podemos pagarte, pero ¿te gustaría quedarte en el elenco?” y le dije que sí.
7. Me contrataron
Yo iba todos los días al Show del Mediodía, un día trabajaba, otro día no. Hasta que ya no solo me preocupaba del simple rol de actor, sino que ayudaba en la preparación de la escenografía. Entonces ellos fueron viendo en mí el interés de estar allí, hasta que un diciembre me dan la gran sorpresa de que me iban a nombrar y me comunicaron que mi salario iba a ser de 50 pesos. Ese día fue mágico, muy significativo para mí.
8. Una lección
Una vez a mi hermana Cachy y a mí, nos compraron una fundita de maní a cada uno. Mi hermana la compartió con una de nuestras primas y después me pidió un poquito y yo le dije que no. Entonces mi mamá me quitó el paquete de maní y lo botó. Me sorprendí y no entendía porqué lo hacía. Luego, ella nos sentó y nos explicó que lo que era de uno era de los dos. Yo le decía que ella se había comido el suyo y ella me aclaró: “ella lo compartió, que es diferente. Usted tiene que compartir”. Esa fue una gran enseñanza. Hoy puedo decir que lo comparto todo. No me apego a nada material.
9. Adiós a grandes amigos
Despedir a Julio César Matías para mí fue muy duro. Despedir a mi compadre Milton Peláez, a Freddy Beras Goico y Rafael Corporán de los Santos, personas con las que por muchos años trabajamos juntos, compartimos tantos momentos agradables e inolvidables. Nunca me imaginé que los vería morir. Trato de recordar siempre los momentos alegres que compartimos.
10. La familia y la política
A mis hijos les duele cuando escuchan algún comentario en tono despectivo. Ellos se sienten mal, sobre todo, porque saben con la intención con que yo hago las cosas, que nunca trato de herir a nadie, ni hacer cosas mal hechas. Cuando se habla mal de los políticos y no se hace diferencia, a ellos les duele mucho, pero yo les digo que ese es el precio que se tiene que pagar.
Hay que prepararse para las críticas
Ser una figura pública es muy difícil. Hay muchos niveles de incomprensión, quizás la gente pensará que aquí los millones ruedan por el piso, pero estos son cargos que lo que usted maneja son crisis. Es una ciudad con muchos desafíos y por más que uno se esfuerza en un proyecto, siempre encuentra incomprensión. Siempre que uno trata de innovar aparecen quienes al principio no entienden, aunque después reconocen el valor de ese proyecto.
Hay que estar claro de que no todo lo que uno haga le va a gustar a todo el mundo, hay que estar preparado para las críticas. No me arrepiento de nada. Los desaciertos que he tenido en mi vida me han servido para acumular experiencia. Todo ser humano tiene virtudes y defectos, procuro convivir con mis defectos y resaltar las virtudes. Es un desafío de cada día, procurar ser mejor.
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