JOSÉ MANUEL MEDRANO
Las películas en 3D y los dispositivos estereoscópicos son el último grito de la moda, pero cuidado... estos pueden traer consecuencias negativas para la salud.
Gracias a la visión somos capaces de apreciar nuestro entorno a través de los rayos de luz que captan nuestros ojos, recibimos información sobre el color, textura, distancia y movimiento de los objetos que nos rodean y, aunque la mayor parte del proceso ocurre realmente en nuestro cerebro, la puerta de entrada son nuestros ojos.
Los estudios en diversas ramas del conocimiento han encontrado distintas formas de utilizar la luz y nuestra capacidad de interpretarla para provocar estímulos visuales que nos producen gratificaciones de corte estético y lúdico, entre otros usos.
En los últimos tiempos la tendencia es el uso de imágenes en 3D o que nos dan la sensación de estar en tres dimensiones, este tipo de imagen no es nueva, fue descubierta en 1840 por el científico británico Sir Charles Wheatstone inventor del Estereoscopio, que fue el primer dispositivo capaz de proyectar imágenes en 3D. Hoy existen otras técnicas, pero todas englobadas dentro de la estereografía o estereoscopia.
El principio detrás de las imágenes en 3D es la posición de nuestros ojos; estos se encuentran ligeramente separados y aunque normalmente no somos capaces de percibirlo cada uno recibe las imágenes de forma individual con ligeras diferencias de ángulo y de tiempo. Esta configuración es la que nos permite calcular la distancia a la que se encuentran los objetos. Aprovechando esto, es posible colocar dos imágenes bidimensionales superpuesta y con ligeras diferencias de ángulo que al ser mostradas de forma alternada e individual a cada ojo nos dan la sensación de estar observando imágenes tridimensionales.
Para esto, tradicionalmente se utilizan los lentes polarizados que ocultan información a un ojo u otro, según el efecto que se quiera mostrar. Aunque, actualmente existen otros tipos de tecnologías que logran el efecto estereoscópico sin necesidad de polarizar las gafas, y en otros casos sin necesidad de ellas, el principio es el mismo; el cerebro recoge dos datos diferentes sobre una misma realidad y las interpreta en relación a ángulo y distancia lo que provoca una ilusión de tridimensionalidad.
Pero los estudios han demostrado que no todos tenemos la capacidad de ver en tres dimensiones. Entre un 8% y un 12% de la población no es capaz de captar las tres dimensiones, muchas de estas personas, debido a la disposición de sus músculos oculares no tienen los ojos orientados en la misma posición. Para estos individuos ver una película en 3D puede se frustrante, pues algunos no verán ningún efecto y otros, aunque logren apreciar con esfuerzo algunas imágenes en 3D, tendrán fatiga ocular.
Uno de los efectos más reportados por los espectadores es el dolor de cabeza y aunque no están claros los mecanismos por los cuales ocurre este tipo de problemas, los expertos recomiendan que antes de ir al cine a ver una película 3D o comprar un televisor con esta característica, se haga examinar la vista, pues varios problemas oculares podrían entrar en conflicto con el uso de esta tecnología. Tambien hay personas con problemas de fotosensibilidad y que pueden sufrir episodios epilépticos, por lo que algunos fabricantes advierten a sus clientes que en caso de tener antecedentes familiares de epilepsia, consultar con un especialista médico antes de usar una función 3D”.
Los síntomas más comunes son dolor de cabeza, desorientación, mareos, visión alterada, movimientos involuntarios y fatiga ocular. También se advierte que niños y adolescentes son más propensos a sufrir estos efectos, pero tampoco se recomienda a personas de edad avanzada, mujeres embarazadas ni a personas con problemas del sueño.
Una proyección 3D provoca una ilusión óptica al combinar dos imágenes. |
Las películas en 3D y los dispositivos estereoscópicos son el último grito de la moda, pero cuidado... estos pueden traer consecuencias negativas para la salud.
Gracias a la visión somos capaces de apreciar nuestro entorno a través de los rayos de luz que captan nuestros ojos, recibimos información sobre el color, textura, distancia y movimiento de los objetos que nos rodean y, aunque la mayor parte del proceso ocurre realmente en nuestro cerebro, la puerta de entrada son nuestros ojos.
Los estudios en diversas ramas del conocimiento han encontrado distintas formas de utilizar la luz y nuestra capacidad de interpretarla para provocar estímulos visuales que nos producen gratificaciones de corte estético y lúdico, entre otros usos.
En los últimos tiempos la tendencia es el uso de imágenes en 3D o que nos dan la sensación de estar en tres dimensiones, este tipo de imagen no es nueva, fue descubierta en 1840 por el científico británico Sir Charles Wheatstone inventor del Estereoscopio, que fue el primer dispositivo capaz de proyectar imágenes en 3D. Hoy existen otras técnicas, pero todas englobadas dentro de la estereografía o estereoscopia.
El principio detrás de las imágenes en 3D es la posición de nuestros ojos; estos se encuentran ligeramente separados y aunque normalmente no somos capaces de percibirlo cada uno recibe las imágenes de forma individual con ligeras diferencias de ángulo y de tiempo. Esta configuración es la que nos permite calcular la distancia a la que se encuentran los objetos. Aprovechando esto, es posible colocar dos imágenes bidimensionales superpuesta y con ligeras diferencias de ángulo que al ser mostradas de forma alternada e individual a cada ojo nos dan la sensación de estar observando imágenes tridimensionales.
Para esto, tradicionalmente se utilizan los lentes polarizados que ocultan información a un ojo u otro, según el efecto que se quiera mostrar. Aunque, actualmente existen otros tipos de tecnologías que logran el efecto estereoscópico sin necesidad de polarizar las gafas, y en otros casos sin necesidad de ellas, el principio es el mismo; el cerebro recoge dos datos diferentes sobre una misma realidad y las interpreta en relación a ángulo y distancia lo que provoca una ilusión de tridimensionalidad.
Pero los estudios han demostrado que no todos tenemos la capacidad de ver en tres dimensiones. Entre un 8% y un 12% de la población no es capaz de captar las tres dimensiones, muchas de estas personas, debido a la disposición de sus músculos oculares no tienen los ojos orientados en la misma posición. Para estos individuos ver una película en 3D puede se frustrante, pues algunos no verán ningún efecto y otros, aunque logren apreciar con esfuerzo algunas imágenes en 3D, tendrán fatiga ocular.
Uno de los efectos más reportados por los espectadores es el dolor de cabeza y aunque no están claros los mecanismos por los cuales ocurre este tipo de problemas, los expertos recomiendan que antes de ir al cine a ver una película 3D o comprar un televisor con esta característica, se haga examinar la vista, pues varios problemas oculares podrían entrar en conflicto con el uso de esta tecnología. Tambien hay personas con problemas de fotosensibilidad y que pueden sufrir episodios epilépticos, por lo que algunos fabricantes advierten a sus clientes que en caso de tener antecedentes familiares de epilepsia, consultar con un especialista médico antes de usar una función 3D”.
Los síntomas más comunes son dolor de cabeza, desorientación, mareos, visión alterada, movimientos involuntarios y fatiga ocular. También se advierte que niños y adolescentes son más propensos a sufrir estos efectos, pero tampoco se recomienda a personas de edad avanzada, mujeres embarazadas ni a personas con problemas del sueño.
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