Escrito por: RAFAEL PERALTA ROMERO
La corriente sexista-feminista en el uso del idioma llega a niveles inaceptables. En dos entregas anteriores divulgamos la posición de la Academia Dominicana de la Lengua sobre el particular, la cual no es ajena al criterio de las demás academias.
La lengua tiene su carácter, su fisonomía, y aunque esté sujeta a evolución, hay cuestiones que no precisan de cambios. Por ejemplo, el sustantivo masculino /miembro/, que significa parte de una cosa, no admite la terminación femenina. Decir “miembra” es una provocación, una erosión al idioma, ya que esa forma es gramaticalmente inadmisible por incorrecta. Se dice: Una miembro o la miembro.
La moda sexista ha llevado a hablantes del nivel culto al uso del afrentoso término “miembra”, pero no me parece un lujo, sino una extravagancia. Es una forma totalmente objetable, si se quiere respetar nuestra lengua.
La testigo
Con el vocablo “testigo” viene pasando algo parecido. Algunas y algunos muy avanzados, se permiten ignorar –alevemente- que el mismo es válido para sujetos masculinos o femeninos, sin importar su terminación en /o/ (el testigo, la testigo).
Curiosamente, esta palabra, por su etimología, está muy vinculada a la condición masculina. Testigo es una persona que da testimonio de algo que ha visto u oído. En la cultura romana, los testigos habían de jurar con las manos en los testículos, como prueba de certeza de su testimonio. Observe la raíz común: testi, en las tres palabras.
Testigo y testimonio guardan una íntima relación. Ambos son nombres abstractos, como otros muy propios del mundo judicial. El ministerio público podrá ser representado por una mujer, pero artículo (el), sustantivo (ministerio) y adjetivo (público) irán indefectiblemente en masculino.
Por igual la defensa o la barra de la defensa puede estar compuesta sólo por hombres, pero el término irá en femenino. El sustantivo testigo entra en el mismo grupo (la testigo, el testigo) ¿Por qué forzar situaciones que no resuelven nada?
La general
El Diccionario de la lengua española consigna como significado de /generala/: mujer del general. Así pasa con almiranta y otras palabras relacionadas con rangos y funciones públicas. Pero la cosa no es tan rígida como para negar que una mujer que ocupe el puesto correspondiente se le llame: senadora, gobernadora, ministra, alcaldesa o directora.
La palabra /general/ es adjetivo (común, frecuente, usual) aplicable a sujetos que refieren diferentes situaciones. Por ejemplo: formación general, huelga general, administración general, dirección general. En cada caso se ha empleado un sustantivo femenino con el adjetivo /general/ y no generala.
En las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional los rangos máximos se mencionan en la categoría “oficial general”. Todavía al feminismo no se le ha ocurrido afeminar a oficial para que sea “oficiala”. Quienes usan “generala” deberían hacerlo completo: “oficiala generala”, para que el ridículo sea también completo. El género –ha dicho la Academia- “no es de naturaleza biológica sino gramatical”.
Estemos seguros: ni miembra ni testiga ni generala.
La corriente sexista-feminista en el uso del idioma llega a niveles inaceptables. En dos entregas anteriores divulgamos la posición de la Academia Dominicana de la Lengua sobre el particular, la cual no es ajena al criterio de las demás academias.
La lengua tiene su carácter, su fisonomía, y aunque esté sujeta a evolución, hay cuestiones que no precisan de cambios. Por ejemplo, el sustantivo masculino /miembro/, que significa parte de una cosa, no admite la terminación femenina. Decir “miembra” es una provocación, una erosión al idioma, ya que esa forma es gramaticalmente inadmisible por incorrecta. Se dice: Una miembro o la miembro.
La moda sexista ha llevado a hablantes del nivel culto al uso del afrentoso término “miembra”, pero no me parece un lujo, sino una extravagancia. Es una forma totalmente objetable, si se quiere respetar nuestra lengua.
La testigo
Con el vocablo “testigo” viene pasando algo parecido. Algunas y algunos muy avanzados, se permiten ignorar –alevemente- que el mismo es válido para sujetos masculinos o femeninos, sin importar su terminación en /o/ (el testigo, la testigo).
Curiosamente, esta palabra, por su etimología, está muy vinculada a la condición masculina. Testigo es una persona que da testimonio de algo que ha visto u oído. En la cultura romana, los testigos habían de jurar con las manos en los testículos, como prueba de certeza de su testimonio. Observe la raíz común: testi, en las tres palabras.
Testigo y testimonio guardan una íntima relación. Ambos son nombres abstractos, como otros muy propios del mundo judicial. El ministerio público podrá ser representado por una mujer, pero artículo (el), sustantivo (ministerio) y adjetivo (público) irán indefectiblemente en masculino.
Por igual la defensa o la barra de la defensa puede estar compuesta sólo por hombres, pero el término irá en femenino. El sustantivo testigo entra en el mismo grupo (la testigo, el testigo) ¿Por qué forzar situaciones que no resuelven nada?
La general
El Diccionario de la lengua española consigna como significado de /generala/: mujer del general. Así pasa con almiranta y otras palabras relacionadas con rangos y funciones públicas. Pero la cosa no es tan rígida como para negar que una mujer que ocupe el puesto correspondiente se le llame: senadora, gobernadora, ministra, alcaldesa o directora.
La palabra /general/ es adjetivo (común, frecuente, usual) aplicable a sujetos que refieren diferentes situaciones. Por ejemplo: formación general, huelga general, administración general, dirección general. En cada caso se ha empleado un sustantivo femenino con el adjetivo /general/ y no generala.
En las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional los rangos máximos se mencionan en la categoría “oficial general”. Todavía al feminismo no se le ha ocurrido afeminar a oficial para que sea “oficiala”. Quienes usan “generala” deberían hacerlo completo: “oficiala generala”, para que el ridículo sea también completo. El género –ha dicho la Academia- “no es de naturaleza biológica sino gramatical”.
Estemos seguros: ni miembra ni testiga ni generala.
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