"Quiero expresar lo que sufro por consumir heroína"

OSCAR QUEZADA


Pedro y Engels participaron en una actividad para
promover readecuación de Ley 50-88, en el sector Simón
Bolívar.

Pedro y Engels tienen algo en común, que no se avergüenzan decirlo ni admitirlo: son dos consumidores de drogas desde hace varios años. Confiesan su tormento.“Consumo heroína”, expresa Pedro Miguel Martínez, un joven drogadicto, nacido y criado en Gazcue, donde se inició en este mundo de vicios, que atribuye a su roce con “la jevitada” de este exclusivo sector capitalino.

Pedro no se ha rehabilitado aún. Sigue consumiendo el tipo de droga más cara del mercado; duerme y amanece donde lo sorprende la noche, y libra a diario una gran batalla contra su propia voluntad, por su progresivo estado de dependencia a este tipo de alucinógeno.

Su testimonio es desgarrador.

“Anoche mismo, amanecí en el piso de una galería, aquí, en el Simón Bolívar”, agrega.

¿Cómo entras en este mar de calamidades del que ahora deseas salir? “Fui escalando de droga en droga, hasta que caí en la heroína, y después que caí me olvidé de todas y me quedé con la heroína. De ahí para allá, he sufrido como no te imaginas”.

Dice que tiene tres años consumiendo esta droga. Tiene un hijo, de 8 años, que vive en España. Hace mucho que abandonó el redil de sus padres. Su casa es la calle. Camina de barrio en barrio, en busca de cualquier cosa que pueda vender para comprar siquiera una pequeña porción de heroína, cuyo gramo cuesta mil 200 y mil 300 pesos, según precisa Pedro. En el 2008 fue arrestado con 150 miligramos de heroína, en el sector Capotillo, al norte del Distrito Nacional. Fue a parar a la cárcel de Najayo-Hombres, en San Cristóbal. Se queja de que cuando fue apresado y enviado a prisión, las autoridades le fabricaron un expediente en el que figura como un narcotraficante.

“Estoy por internarme, porque ya no aguanto más. Pero no he parado. Si les digo que paré, le estoy mintiendo. Sigo consumiendo”, dice este joven de 29 años, sin sonrojarse, aunque con un dejo de angustia que no repara en ocultar.

Engels Salvador Suero, de 34 años. Su historia como confeso consumidor de heroína es similar a la de Pedro. Solo que a diferencia del joven oriundo de Gazcue, en el 2000, fue deportado “injustamente” desde Miami, “producto de una situación que no viene ahora al caso”.

No abundó sobre las causa de su deportación. “Sí, quisiera expresar lo que estoy sufriendo en este momento a causa de la heroína. Sufro porque siento rechazo de mi familia, debido a la situación a que conlleva el vicio a uno”, comenta, un tanto acongojado.

Antes de adentrarse en el mundo de las drogas, Engels era chofer que brindaba servicios a turistas. Perdió este empleo vencido por la fuerza descomunal de su adicción por la heroína. “Hago mil 50 malabares para conseguir la dosis diaria. Yo consumo diario, más o menos medio gramo, que son como 500 pesos. Imagínate una persona que no trabaje y consumiendo una droga de ese calibre”, se lamenta Engels.

Hizo un aparte para enviarle un mensaje a quienes no entienden el drama desolador de los drogodependientes.

“Me interesa que la sociedad entienda, que muchas veces no es que uno quiera, es que el sistema (la adicción) nos lo pide”, dijo.

Engels tiene dos hijos y lleva seis años  atrapado en las poderosas garras de la heroína. Vive en San Carlos.
Antes de ser adictos, Pedro y Engels eran padres, hijos, amigos, vecinos, hermanos, estudiantes y entes productivos. Hoy, dos hombres detrás de una nueva oportunidad. Solo eso.

Piden enfoque médico a consumidores de drogas

Engels y Pedro son tratados por el Centro de Orientación e Investigación Integral (Coin) y la Fundación Dominicana para la Reducción de Daños Asociados al Consumo de Drogas (Fundoreda). Estas organizaciones intentan ganar una batalla distinta a la de Pedro y Engels: convencer a las autoridades y a la opinión pública nacional de que es necesario modificar la Ley 50-88, sobre Tráfico y Consumo de Drogas, para que se incluya un enfoque médico para los consumidores.

Uno de los aspectos que proponen estas entidades, y que desde ya se perfila como un elemento de acalorados debates, es eliminar de la Ley 50-88 las penas establecidas en el artículo 75 para los que, sin ser narcotraficantes, consuman algún tipo de estupefacientes. Santo Rosario, director del Coin, y Federico Mercado, presidente de Fundoreda, comparten la idea de que la adicción debe ser tratada como un problema sanitario y de salud mental, abordada en tal dimensión por el Ministerio de Salud Pública. Su tesis parte del criterio de que la persecución de los adictos no ha tenido un impacto positivo en la pretensión de reducir al mínimo el consumo de drogas en el país.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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