Forma de aprendizaje. El niño nunca llora por llorar, es su forma de hablar
Durante su primer año de vida, cada mes es una hazaña. Sonríe a mamá, se revuelve de alegría al ver el biberón, echa los bracitos para que le cojamos, dice “ma-ma”... ¡Cuántas cosas aprende en tan poco tiempo!
El primer año de vida de tu bebé está repleto de descubrimientos. En esta etapa empezará a comunicarse con los demás, a relacionarse con su entorno y a controlar su cuerpo. Nosotros, como padres, debemos darle todo nuestro apoyo en este periodo y acompañarle en la aventura de crecer.
Primer mes: entra en contacto con el mundo.
Durante las primeras semanas el bebé se adapta a su entorno de forma instintiva: mueve los ojos en dirección a la luz, cuando escucha un ruido fuerte reacciona estirando sus bracitos y sus piernas y si se le acaricia una mejilla, gira la cabeza hacia ese lado y abre la boca (tiene una gran capacidad de succión y este reflejo le sirve para localizar el alimento).
El llanto es su modo de comunicarse, y el significado más habitual de sus lágrimas es “tengo hambre”, seguido a distancia por “me siento solo”, “tengo frío” o “tengo calor”.
Cuando llora podemos cogerlo en brazos sin temor a malcriarle. No llora por llorar, es su forma de hablar, de comunicarse con nosotros. Lo más probable es que nos esté pidiendo algo y debemos esforzarnos por adivinar sus necesidades.
Segundo mes: sonríe a mamá. Ya empieza a sonreír ante los estímulos externos, como la cara de mamá.
Empieza a llevarse el pulgar a la boca y lo chupa, como un hábito.
Emite sus primeros sonidos guturales para llamar la atención de papá y mamá.
El bebé necesita estímulos: que le hablen, le abracen y le mimen. La presencia activa y constante de sus padres resulta crucial para ayudarle a interpretar el mundo que le rodea, sobre todo el afectivo.
Tercer mes. mueve la cabeza. Empieza a mostrar cierto interés por las cosas que se encuentran a su alrededor. Comienza a girarse en dirección a los ruidos.
Lo que más llama su atención son los estímulos visuales: le encanta mirar cosas en movimiento y de colores brillantes. Empieza a balbucear.
Lo normal es que cierre el puño cuando se le toca la palma de la mano con un dedo. Observando este reflejo el médico puede valorar el nivel de desarrollo psicomotor que tiene el niño en los primeros meses.
Cuarto mes. controla un poco más de su cuerpo. Ya sostiene la cabeza perfectamente y comienza a mirarse las manos, a sujetar objetos y a moverlos.
Ríe a menudo, muestra interés por la gente (observa con más interés las caras de quienes le sonríen) y por lo que le rodea. No le gusta que le dejen solo.
Es difícil fijar unos criterios exactos en el desarrollo del bebé, así que no hay que preocuparse si el niño evoluciona un poco más despacio. El pediatra es la persona más adecuada para valorarlo.
Quinto mes. Balbucean mucho y experimentan con los sonidos que emite. Le encanta escucharse, y dice cosas como “aah”, “aphu”, “ngah” o “awa”.
Sabe coger cosas y llevárselas a la boca, responde con una sonrisa a quienes le sonríen, se revuelve de alegría al ver el biberón.
Su humor se ve influenciado por el de los demás y se disgusta si alguien que le estaba prestando atención se marcha.
Según la página www.serpadres.es, los niños se sienten indefensos y esperan que sus padres les den seguridad. Necesitan que papá y mamá sean cariñosos y si ocurre algún contratiempo (como ensuciarse el pañal), lo resuelvan sin perder la calma.
Sexto mes: los primeros dientes. Si está boca abajo se puede incorporar completamente con algo de ayuda, y es capaz de darse la vuelta solo.
Avanza más en sus movimientos: coge el biberón con las manos, cambia los objetos de una mano a otra y comienza a echar los bracitos hacia delante para pedir que le cojan.
Suele perder el interés por las manos y comienza a mirarse y tocarse los pies y a llevárselos a la boca.
En su relación con el entorno, muestra clara preferencia por quienes se ocupan de él, especialmente por mamá.
Le empiezan a salir los dientes, generalmente los de abajo.
Como ya es capaz de darse la vuelta es importante no dejarlo solo tendido sobre el vestidor u otras superficies altas porque podría girarse sobre sí mismo, acercarse al borde y caer.
Séptimo mes. Es una de las etapas en las que los padres observarán aprendizajes más rápidos.
Gracias al desarrollo de su musculatura, el bebé ya es capaz de mantenerse sentado sin apoyo.
Utiliza las manos con mucha más libertad y toca y manipula todo lo que está a su alcance. Boca abajo consigue levantar el tronco y apoyar un brazo, y desde esa posición busca y coge los objetos que le interesan.
Octavo mes. Tumbado, es capaz de darse la vuelta él solo en ambos sentidos y le encanta jugar en el suelo.
Empieza a manifestar claramente sus sentimientos y se muestra temeroso ante los desconocidos, incluso es normal que llore. El miedo se atenúa si la persona de la que recela se aproxima despacio, llama al niño, le habla con dulzura y una vez superado el primer impacto, juega con él.
Primer año, ¡A descubrir el mundo!
Si no ha gateado, es posible que a esta edad comience a dar los primeros pasos. Generalmente, si gatea comenzará a caminar más tarde, ya que su necesidad de explorar el mundo estará cubierta.
Tiene recursos para descubrir lo que le rodea: es capaz de levantarse agarrándose a algo y dar algún paso, cuando se cansa de estar de pie se deja caer. Cada vez le gusta más tirar cosas al suelo, sabe beber solo y puede usar el pulgar y el índice como una pinza para coger objetos pequeños.
Intenta coger todo lo que encuentra en su camino. Hay que dejar fuera de su alcance los objetos cortantes y los pequeños que puede tragarse.
En el noveno mes, empieza a gatear. Es capaz de pasarse un objeto de una mano a otra, chupa las cosas y le encanta tirarlas al suelo para buscarlas después. |
Durante su primer año de vida, cada mes es una hazaña. Sonríe a mamá, se revuelve de alegría al ver el biberón, echa los bracitos para que le cojamos, dice “ma-ma”... ¡Cuántas cosas aprende en tan poco tiempo!
El primer año de vida de tu bebé está repleto de descubrimientos. En esta etapa empezará a comunicarse con los demás, a relacionarse con su entorno y a controlar su cuerpo. Nosotros, como padres, debemos darle todo nuestro apoyo en este periodo y acompañarle en la aventura de crecer.
Primer mes: entra en contacto con el mundo.
Durante las primeras semanas el bebé se adapta a su entorno de forma instintiva: mueve los ojos en dirección a la luz, cuando escucha un ruido fuerte reacciona estirando sus bracitos y sus piernas y si se le acaricia una mejilla, gira la cabeza hacia ese lado y abre la boca (tiene una gran capacidad de succión y este reflejo le sirve para localizar el alimento).
El llanto es su modo de comunicarse, y el significado más habitual de sus lágrimas es “tengo hambre”, seguido a distancia por “me siento solo”, “tengo frío” o “tengo calor”.
Cuando llora podemos cogerlo en brazos sin temor a malcriarle. No llora por llorar, es su forma de hablar, de comunicarse con nosotros. Lo más probable es que nos esté pidiendo algo y debemos esforzarnos por adivinar sus necesidades.
Segundo mes: sonríe a mamá. Ya empieza a sonreír ante los estímulos externos, como la cara de mamá.
Empieza a llevarse el pulgar a la boca y lo chupa, como un hábito.
Emite sus primeros sonidos guturales para llamar la atención de papá y mamá.
El bebé necesita estímulos: que le hablen, le abracen y le mimen. La presencia activa y constante de sus padres resulta crucial para ayudarle a interpretar el mundo que le rodea, sobre todo el afectivo.
Tercer mes. mueve la cabeza. Empieza a mostrar cierto interés por las cosas que se encuentran a su alrededor. Comienza a girarse en dirección a los ruidos.
Lo que más llama su atención son los estímulos visuales: le encanta mirar cosas en movimiento y de colores brillantes. Empieza a balbucear.
Lo normal es que cierre el puño cuando se le toca la palma de la mano con un dedo. Observando este reflejo el médico puede valorar el nivel de desarrollo psicomotor que tiene el niño en los primeros meses.
Cuarto mes. controla un poco más de su cuerpo. Ya sostiene la cabeza perfectamente y comienza a mirarse las manos, a sujetar objetos y a moverlos.
Ríe a menudo, muestra interés por la gente (observa con más interés las caras de quienes le sonríen) y por lo que le rodea. No le gusta que le dejen solo.
Es difícil fijar unos criterios exactos en el desarrollo del bebé, así que no hay que preocuparse si el niño evoluciona un poco más despacio. El pediatra es la persona más adecuada para valorarlo.
Quinto mes. Balbucean mucho y experimentan con los sonidos que emite. Le encanta escucharse, y dice cosas como “aah”, “aphu”, “ngah” o “awa”.
Sabe coger cosas y llevárselas a la boca, responde con una sonrisa a quienes le sonríen, se revuelve de alegría al ver el biberón.
Su humor se ve influenciado por el de los demás y se disgusta si alguien que le estaba prestando atención se marcha.
Según la página www.serpadres.es, los niños se sienten indefensos y esperan que sus padres les den seguridad. Necesitan que papá y mamá sean cariñosos y si ocurre algún contratiempo (como ensuciarse el pañal), lo resuelvan sin perder la calma.
Sexto mes: los primeros dientes. Si está boca abajo se puede incorporar completamente con algo de ayuda, y es capaz de darse la vuelta solo.
Avanza más en sus movimientos: coge el biberón con las manos, cambia los objetos de una mano a otra y comienza a echar los bracitos hacia delante para pedir que le cojan.
Suele perder el interés por las manos y comienza a mirarse y tocarse los pies y a llevárselos a la boca.
En su relación con el entorno, muestra clara preferencia por quienes se ocupan de él, especialmente por mamá.
Le empiezan a salir los dientes, generalmente los de abajo.
Como ya es capaz de darse la vuelta es importante no dejarlo solo tendido sobre el vestidor u otras superficies altas porque podría girarse sobre sí mismo, acercarse al borde y caer.
Séptimo mes. Es una de las etapas en las que los padres observarán aprendizajes más rápidos.
Gracias al desarrollo de su musculatura, el bebé ya es capaz de mantenerse sentado sin apoyo.
Utiliza las manos con mucha más libertad y toca y manipula todo lo que está a su alcance. Boca abajo consigue levantar el tronco y apoyar un brazo, y desde esa posición busca y coge los objetos que le interesan.
Octavo mes. Tumbado, es capaz de darse la vuelta él solo en ambos sentidos y le encanta jugar en el suelo.
Empieza a manifestar claramente sus sentimientos y se muestra temeroso ante los desconocidos, incluso es normal que llore. El miedo se atenúa si la persona de la que recela se aproxima despacio, llama al niño, le habla con dulzura y una vez superado el primer impacto, juega con él.
Primer año, ¡A descubrir el mundo!
Si no ha gateado, es posible que a esta edad comience a dar los primeros pasos. Generalmente, si gatea comenzará a caminar más tarde, ya que su necesidad de explorar el mundo estará cubierta.
Tiene recursos para descubrir lo que le rodea: es capaz de levantarse agarrándose a algo y dar algún paso, cuando se cansa de estar de pie se deja caer. Cada vez le gusta más tirar cosas al suelo, sabe beber solo y puede usar el pulgar y el índice como una pinza para coger objetos pequeños.
Intenta coger todo lo que encuentra en su camino. Hay que dejar fuera de su alcance los objetos cortantes y los pequeños que puede tragarse.
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