La sangre es la muestra ideal a estudiar
Escrito por: Sergio Sarita Valdez
Abraham Lincoln es el décimo sexto presidente de los Estados Unidos. Su nombre ha pasado a la historia como el de un mártir asesinado al final de la guerra civil norteamericana. Condujo exitosamente a su nación durante un período crítico del orden constitucional, social y militar.
Aún bajo esas circunstancias, consiguió abolir la esclavitud y encauzar exitosamente la economía. Lincoln inmortalizó una expresión que opera como música de fondo en mi pensamiento: “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Comparo la mentira con el rayo, por su capacidad instantánea para hacer daño, pero de igual manera, comparo la verdad con el sol, tarda una noche en salir, pero cuando aparece durante el día lo hace con una intensidad tal que hasta quema. Este preámbulo viene a propósito de una falacia que se mandó a publicar en base a una retorcida información en donde se aseguraba que habían resultado negativas las pruebas toxicológicas realizadas en el caso de una joven médico encontrada muerta dentro de su vehículo, en un parqueo de la capital. Dichas “pruebas toxicológicas” se referían exclusivamente al veneno comúnmente denominado tres pasitos y a un sedante llamado fenobarbital.
La autopsia de la infortunada mostró un estómago e intestinos completamente vacíos. Dicho hallazgo patológico descartaba de inicio la probabilidad de envenenamiento por carbamato puesto que este tóxico mata de forma rápida por lo que siempre se le encuentra en gran cantidad en el estómago y duodeno. Puesto que la necropsia no arrojó evidencia alguna de trauma, ni enfermedad preexistente que explicara el deceso, era perentorio analizar toda una serie de medicamentos y tóxicos potencialmente letales. Limitarse única y exclusivamente a identificar un barbitúrico entre las decenas de sedativos comúnmente prescritos en la farmacopea moderna es, científicamente hablando, algo poco serio.
Por su vasta experiencia y sus grandes aportes al campo de la patología forense a Vincent y Dominick DiMaio se les cataloga como autoridades de renombre en la especialidad. En el capítulo sobre toxicología del libro Forensic Pathology escriben: “En todas las autopsias se deben tomar muestras de sangre, orina, bilis y humor vítreo… Mientras más sustancias uno busca, mucho mejor, lo que no buscas jamás lo encontrarás”.
Ellos dividen la analítica en cuatro grupos a investigar: alcohol, productos ácidos y neutros, compuestos básicos y narcóticos. La sangre es la muestra ideal a estudiar puesto que la presencia de niveles tóxicos de cualquier sustancia en este compartimiento es lo que decide entre la vida y la muerte. Durante la época medieval la iglesia católica creó para los pecadores, un espacio intermedio entre la Gloria y el Infierno, denominado Limbo, desde el cual se podía ascender al cielo o caer en los brazos de Lucifer. Debido a una chapucería toxicológica la causa y la manera de muerte de esta desafortunada hija de Hipócrates, junto a la de otros dos abogados, descansan para siempre en esa especie de limbo científico del que cual jamás podrán salir con mentiras. Y es que “No se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Escrito por: Sergio Sarita Valdez
Abraham Lincoln es el décimo sexto presidente de los Estados Unidos. Su nombre ha pasado a la historia como el de un mártir asesinado al final de la guerra civil norteamericana. Condujo exitosamente a su nación durante un período crítico del orden constitucional, social y militar.
Aún bajo esas circunstancias, consiguió abolir la esclavitud y encauzar exitosamente la economía. Lincoln inmortalizó una expresión que opera como música de fondo en mi pensamiento: “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Comparo la mentira con el rayo, por su capacidad instantánea para hacer daño, pero de igual manera, comparo la verdad con el sol, tarda una noche en salir, pero cuando aparece durante el día lo hace con una intensidad tal que hasta quema. Este preámbulo viene a propósito de una falacia que se mandó a publicar en base a una retorcida información en donde se aseguraba que habían resultado negativas las pruebas toxicológicas realizadas en el caso de una joven médico encontrada muerta dentro de su vehículo, en un parqueo de la capital. Dichas “pruebas toxicológicas” se referían exclusivamente al veneno comúnmente denominado tres pasitos y a un sedante llamado fenobarbital.
La autopsia de la infortunada mostró un estómago e intestinos completamente vacíos. Dicho hallazgo patológico descartaba de inicio la probabilidad de envenenamiento por carbamato puesto que este tóxico mata de forma rápida por lo que siempre se le encuentra en gran cantidad en el estómago y duodeno. Puesto que la necropsia no arrojó evidencia alguna de trauma, ni enfermedad preexistente que explicara el deceso, era perentorio analizar toda una serie de medicamentos y tóxicos potencialmente letales. Limitarse única y exclusivamente a identificar un barbitúrico entre las decenas de sedativos comúnmente prescritos en la farmacopea moderna es, científicamente hablando, algo poco serio.
Por su vasta experiencia y sus grandes aportes al campo de la patología forense a Vincent y Dominick DiMaio se les cataloga como autoridades de renombre en la especialidad. En el capítulo sobre toxicología del libro Forensic Pathology escriben: “En todas las autopsias se deben tomar muestras de sangre, orina, bilis y humor vítreo… Mientras más sustancias uno busca, mucho mejor, lo que no buscas jamás lo encontrarás”.
Ellos dividen la analítica en cuatro grupos a investigar: alcohol, productos ácidos y neutros, compuestos básicos y narcóticos. La sangre es la muestra ideal a estudiar puesto que la presencia de niveles tóxicos de cualquier sustancia en este compartimiento es lo que decide entre la vida y la muerte. Durante la época medieval la iglesia católica creó para los pecadores, un espacio intermedio entre la Gloria y el Infierno, denominado Limbo, desde el cual se podía ascender al cielo o caer en los brazos de Lucifer. Debido a una chapucería toxicológica la causa y la manera de muerte de esta desafortunada hija de Hipócrates, junto a la de otros dos abogados, descansan para siempre en esa especie de limbo científico del que cual jamás podrán salir con mentiras. Y es que “No se puede engañar a todos todo el tiempo”.
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