En el trascurso de la evolución, las cebras desarrollaron su clásico patrón de rayas para poder esquivar a los molestos tábanos.
Un estudio de la Universidad de Lund (Suecia) y la Universidad de Eötvös (Hungría) encontró que las rayas de la cebra resultan muy poco interesantes para los tábanos, unos insectos cuyas hembras se alimentan de la sangre de los mamíferos y las aves.
Al picar a los animales, los tábanos dejan una picadura que suele ser muy dolorosa. Los investigadores Susanne Åkesson y Gábor Horváth explican que los embriones de las cebras tienen originalmente una piel negra.
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