Por Juan TH
El limpia botas no quiere lustrar los zapatos, quiere algo “para comer”.
En cada lugar público hay mil formas de sacarte lágrimas y dinero. La tragedia que genera la pobreza se amuralla en cada luz roja del semáforo.
A los mendigos hay que mantenerlos a raya en los restaurantes, tiendas, supermercados, estaciones de combustibles, locales de partidos políticos, hoteles, centros turísticos, etc.
El que ofrece un servicio termina pidiendo algo de dinero “para comer”.
Al que no le falta una pierna, le falta un brazo, un ojo, una mano, el pie derecho o el izquierdo.
En una intercepción, nos encontramos con 50 o 60 personas, hombres, mujeres y niños, que aprovechan los 45 o 60 segundos del cambio de luz del semáforo para vender flores robadas de los cementerios, mangos madurados con carburo, aguacates, yerba buena, guineos maduros, guayabas, conectores y estuches para celulares, perros realengos y de “pura raza”, periódicos, libros, naranja dulce, queso de hoja con galletas saladas, fritos verdes con salchichón o espaguetis, moringa, cuatro piñas por cien pesos, limones verdes, botellas de agua fría, entre otras muchas cosas.
Nunca faltan los que limpian vidrios con un trapo sucio y agua pestilente. Y junto a ellos, tres o cuatro minusválidos reclamando algo de dinero “para comer”. El no vidente (algunos ven más que yo) no se queda sin extender la mano. Las esquinas del país se han convertido en mercados miserables donde todos tienen hambre.
Los pedigüeños haitianos han inundado el “mercado” produciendo la repulsa de los dominicanos. Los pobres de un país compitiendo con los pobres del país vecino. (Ninguno tiene la culpa de la pobreza del otro).
La Policía los quita de las esquinas hoy, pero vuelven mañana.
En un restaurante hay que pagar comida cara y en ocasiones mala, más 18 % de Itbis, 10 % para los camareros, otros 10 % para el mismo jodido camarero; otro por ciento para el tipo que aparca el vehículo porque de lo contrario te lo rayan o te lo roban. Al final terminamos pagando, solo de impuestos y “propinas”, alrededor de un 50%. (Una estafa).
Hace unos días cambié en monedas y papeletas de baja denominación dos mil pesos. Al cabo de una hora, no me quedaba un peso. Los regalé a los pobres mendigos de la 27 de Febrero. Si hubiera hecho el experimento en la Churchill o la Kennedy, habría gastado una pequeña fortuna.
No hay un lugar donde no aparezca alguien pidiendo “para comer”.
Y lo que es peor, el que no pide, roba.
Algunos piden y roban al mismo tiempo.
Otros más piden, roban y matan para “comer” y alimentar a sus hijos.
Hace tan solo unos años pedir era una vergüenza. Indigno. Ahora no. Ahora la gente sale a las calles a pedir. Si no les da, se ofende, te grita palabras obscenas y te desea la muerte.
Pero la culpa no es de los mendigos, la culpa es de los que producen esos mendigos, que son los políticos que han dirigido el país con la complicidad de las clases gobernantes. Ellos, no yo, ni usted, han hechos de este país, un país de mendigos y pordioseros.
El limpia botas no quiere lustrar los zapatos, quiere algo “para comer”.
En cada lugar público hay mil formas de sacarte lágrimas y dinero. La tragedia que genera la pobreza se amuralla en cada luz roja del semáforo.
A los mendigos hay que mantenerlos a raya en los restaurantes, tiendas, supermercados, estaciones de combustibles, locales de partidos políticos, hoteles, centros turísticos, etc.
El que ofrece un servicio termina pidiendo algo de dinero “para comer”.
Al que no le falta una pierna, le falta un brazo, un ojo, una mano, el pie derecho o el izquierdo.
En una intercepción, nos encontramos con 50 o 60 personas, hombres, mujeres y niños, que aprovechan los 45 o 60 segundos del cambio de luz del semáforo para vender flores robadas de los cementerios, mangos madurados con carburo, aguacates, yerba buena, guineos maduros, guayabas, conectores y estuches para celulares, perros realengos y de “pura raza”, periódicos, libros, naranja dulce, queso de hoja con galletas saladas, fritos verdes con salchichón o espaguetis, moringa, cuatro piñas por cien pesos, limones verdes, botellas de agua fría, entre otras muchas cosas.
Nunca faltan los que limpian vidrios con un trapo sucio y agua pestilente. Y junto a ellos, tres o cuatro minusválidos reclamando algo de dinero “para comer”. El no vidente (algunos ven más que yo) no se queda sin extender la mano. Las esquinas del país se han convertido en mercados miserables donde todos tienen hambre.
Los pedigüeños haitianos han inundado el “mercado” produciendo la repulsa de los dominicanos. Los pobres de un país compitiendo con los pobres del país vecino. (Ninguno tiene la culpa de la pobreza del otro).
La Policía los quita de las esquinas hoy, pero vuelven mañana.
En un restaurante hay que pagar comida cara y en ocasiones mala, más 18 % de Itbis, 10 % para los camareros, otros 10 % para el mismo jodido camarero; otro por ciento para el tipo que aparca el vehículo porque de lo contrario te lo rayan o te lo roban. Al final terminamos pagando, solo de impuestos y “propinas”, alrededor de un 50%. (Una estafa).
Hace unos días cambié en monedas y papeletas de baja denominación dos mil pesos. Al cabo de una hora, no me quedaba un peso. Los regalé a los pobres mendigos de la 27 de Febrero. Si hubiera hecho el experimento en la Churchill o la Kennedy, habría gastado una pequeña fortuna.
No hay un lugar donde no aparezca alguien pidiendo “para comer”.
Y lo que es peor, el que no pide, roba.
Algunos piden y roban al mismo tiempo.
Otros más piden, roban y matan para “comer” y alimentar a sus hijos.
Hace tan solo unos años pedir era una vergüenza. Indigno. Ahora no. Ahora la gente sale a las calles a pedir. Si no les da, se ofende, te grita palabras obscenas y te desea la muerte.
Pero la culpa no es de los mendigos, la culpa es de los que producen esos mendigos, que son los políticos que han dirigido el país con la complicidad de las clases gobernantes. Ellos, no yo, ni usted, han hechos de este país, un país de mendigos y pordioseros.
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